“La política de salud pública no debe partir de este tipo de supuestos”.
Vamos a contar los muertos por cientos, ya no por decenas.
El virus actúa muy rápidamente en los enfermos más vulnerables. El tiempo de atención es, por tanto, decisivo para evitar el desenlace fatal.
Nuestro sistema de salud estaba colapsado antes de la pandemia. Vamos a tener muchos fallecidos por falta de atención oportuna.
Esta epidemia es, además, política y mediática. Esto no es algo peruano, sino mundial.
Llevamos una contabilidad meticulosa, diaria y pública. Ninguna otra enfermedad ha tenido esta atención del público, de los medios, de las autoridades. La vemos en cámara lenta.
El problema principal es el contagiado asintomático. Nadie sabe quién puede contagiar a quién. Nadie sabe, tampoco, cuál de los contagiados va a ponerse grave.
Tenemos los números y porcentajes. Nadie sabe, sin embargo, a quién le toca estar en un lado o en el otro. ¿Nos tocará estar entre los contagiados sanos o entre los contagiados problemáticos?
Este desconocimiento crea miedo. Y el miedo nos mantiene encadenados. El público, los medios, las autoridades, enganchados.
El cierre de fronteras, el cierre de las actividades productivas en general es lo único que, por ahora, puede contener el avance de la epidemia. Ese costosísimo cierre es para ganar tiempo.
Se necesita tiempo para adecuar los servicios de salud al número de pacientes que requieren atención. Se necesita tiempo para confinar a los contagiados y a sus contactos.
En el Perú hemos hecho una parte de lo que han hecho los demás. Hemos reducido las actividades productivas. El tiempo ganado, sin embargo, no ha sido bien utilizado.
Teníamos que reducir las aglomeraciones. Las disposiciones por Semana Santa, sin embargo, crearon aglomeraciones masivas en los mercados.
Este error nos ha costado ya miles de infectados. Esos miles van a infectar a muchos otros miles.
El error de estrategia no ha sido técnico, ha sido ideológico. Farid Matuk, miembro del Grupo Prospectiva, ha confesado que fue parte de quienes impulsaron la idea de un día para mujeres y un día para hombres.
“En el combate al patriarcado –dijo– había que hacer un equilibrio entre hombres y mujeres” (“Perú 21”, 10/4/20, p. 2). O sea, la medida no era para combatir la epidemia, sino el patriarcado.
No sabemos si Matuk y su grupo convencieron a las autoridades del Gobierno con este argumento. Quizá usaron otro. No veo a los ministros y al presidente diciendo “qué buena idea para combatir el patriarcado, hagámoslo”.
Otro error ideológico es el del ministro de Salud, Víctor Zamora. En una entrevista para la BBC ha manifestado su desaliento.
“Es, de verdad, desalentador para los que hacemos salud pública, especialmente los países periféricos al centro del capitalismo mundial –dice Zamora– sufrir de un mercado que no tiene mecanismos de regulación en condiciones como estas”. (“Coronavirus: cómo afecta a América Latina la pugna entre países por conseguir respiradores, ventiladores y mascarillas”, Stefania Gozzer, BBC News Mundo, 11/4/20).
El problema es el capitalismo mundial. Si no hay camas en los hospitales, si no hay equipos médicos, mandiles y guantes en el Perú la culpa es del “centro del capitalismo mundial”.
El ministro tiene todo el derecho a profesar la ideología que quiera. La política de salud pública, sin embargo, no debe partir de este tipo de supuestos.
El capitalismo mundial no tiene la culpa de que los gobiernos del Perú hayan abandonado los hospitales. Desde Alan García 2 hasta Martín Vizcarra, todos los gobiernos apoyaron la idea de los Juegos Panamericanos en Lima, por ejemplo.
Hoy tenemos unas lindas y enormes torres de alojamiento para deportistas en vez de hospitales y escuelas. Eso no es culpa del “centro del capitalismo mundial”. Eso es responsabilidad de los gobiernos del Perú.
Lo peor vendrá después. No serán visibles los muertos por las otras enfermedades, por desnutrición y por falta de recursos.
La crisis económica generada para ganar un tiempo que no se aprovechó creará desempleo, pobreza y muertes. No habrá en ese momento cámara lenta.
Olvidémonos un rato del patriarcado y el capitalismo mundial. Corrijamos, para reducir el tremendo daño causado ahora y para después.
Escribe: Federico Salazar – El Comercio