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“Es momento de exigir que los parlamentarios rindan cuenta y justifiquen los viajes que realizan con recursos de la institución”.

Nos encontramos en terreno electoral, donde el Congreso tendrá un rol protagónico dado que se restituyó la reelección y muchos de los actuales representantes dedicarán gran parte de su tiempo a la campaña proselitista. En este punto entran en discusión los límites de los parlamentarios a la hora de utilizar los recursos de la institución a favor de posicionar sus logos y sus propias imágenes para la contienda que promete ser un bombardeo proselitista entre las 43 marcas en disputa.

Varios medios de comunicación han resaltado esta situación bajo la premisa de que “los congresistas podrán realizar campaña política sin renunciar a su cargo”, según lo establecido en la Ley 32058, que establece medidas para la optimización del proceso electoral. Pero se trata de una premisa errada, si tomamos en cuenta que el cargo de parlamentario es irrenunciable, según lo estipula la Constitución.

Es decir, no podrían renunciar salvo así lo quisieran (el exlegislador Marco Tulio Falconí intentó hacerlo, sin éxito, para postular a un cargo subnacional) o salvo se reforme la Constitución (existe un proyecto de la actual congresista Digna Calle que no se atreven a poner al debate). Por lo tanto, el Congreso ajustó la normativa a lo establecido en la Constitución y dado el contexto de que coinciden dos procesos electorales (los generales y subnacionales) en un mismo año.

Aclarado esto, lo que corresponde es centrar el debate sobre la neutralidad que se debe garantizar desde los despachos parlamentarios y en el uso de recursos, especialmente en los últimos días del mes donde –como ahora– los legisladores se desplazan por todo el país en la denominada semana de representación.

Es momento de establecer lineamientos claros para evitar que los congresistas, principalmente los que tienen aspiraciones reeleccionistas, saquen ventaja del cargo para posicionar los logos de sus partidos o sus imágenes propias. Los parlamentarios son libres de realizar campaña proselitista, siempre y cuando esta se realice fuera de sus horarios laborales y sin emplear los espacios y recursos que les brinda la institución.

Puede resultar un poco exagerado prohibir la exhibición de los logos partidarios en la difusión de su labor (por ejemplo, en redes sociales), toda vez que muchos de estos forman parte de la identidad propia de las bancadas. Pero no estaría mal dar una revisada a los congresistas que utilizan indumentaria específica para promocionar a sus partidos en campaña. Ya se puede ver, por ejemplo, que varios representantes de Acción Popular se han confeccionado camisas o chalecos con sus respectivos logos para lucirlos especialmente durante la semana de representación.

Los viajes y viáticos también buscarán ser aprovechados por los congresistas en campaña. Es momento de exigir –al menos en época electoral– que los parlamentarios rindan cuenta y justifiquen los viajes que realizan con recursos de la institución.

Por último, los lineamientos deben incluir un control riguroso de las labores del personal parlamentario, a fin de que los congresistas no utilicen –durante el horario laboral– a personal de su despacho para fines proselitistas. Este Diario reveló cómo un congresista izquierdista utilizó a su personal con el fin de obtener afiliados para inscribir al partido de Pedro Castillo.

Los congresistas tienen bastante exposición propia de las labores que desempeñan con el cargo. El hall de los pasos perdidos resulta una especie de ‘prime time’ que los beneficia, y eso es lo único que deberían aprovechar para sus respectivas campañas reeleccionistas.

Fuente: El Comercio – Martin Hidalgo Bustamante es jefe Editorial.

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