“A diferencia del tristemente recordado muro de La Molina, este muro exhibe incompetencia e ingenuidad”.
¿Qué tienen en común el muro que hace unos años separaba a los distritos de La Molina y Villa María del Triunfo con el que acaban de levantar en la avenida Morales Duárez para tapar el río Rímac? Que ambos evidencian la incapacidad del Estado para enfrentar problemas estructurales con soluciones integrales de mediano y largo plazo.
El río Rímac debe ser uno de los espacios naturales más abandonados de la ciudad. En su paso por Lima y el Callao, su paisaje natural ha sido reemplazado por uno de precariedad y pobreza. Cientos de familias han invadido sus márgenes al no encontrar una opción formal y segura de vivienda, ocupando zonas con elevados riesgos y altamente contaminadas.
Ante la inminente apertura de la nueva terminal del aeropuerto internacional Jorge Chávez, la respuesta de la Municipalidad del Callao a este problema complejo ha sido levantar un muro “temporal”, con la finalidad de evitar que los delincuentes usen el río para huir, y para “dar ornato a la zona” con paneles alusivos a las zonas turísticas del país (El Comercio, 30/4/2025).
A diferencia del tristemente recordado muro de La Molina, este muro exhibe incompetencia e ingenuidad. Incompetencia porque en los cinco años de construcción de la terminal hemos sido incapaces de implementar los puentes y accesos, completar las vías y recuperar las márgenes del río; e ingenuidad, al suponer que basta con tapar el río para resolver “temporalmente” décadas de pobreza, marginalidad e inseguridad.
Como podemos apreciar, este muro tiene dos caras, una que intentará vender un Perú diverso y atractivo a los turistas, y otra que les dirá a los vecinos del otro lado del río lo que significan para el Estado: NADA. Asimismo, se cometen dos errores conceptuales: la mayoría de los usuarios del aeropuerto no son turistas, y al salir de las instalaciones veremos la triste realidad que se intenta ocultar.
Pero este no es el principal problema asociado a la apertura de la nueva terminal. A menos de un mes de su inauguración se insiste en mantener un único acceso vehicular por la avenida Morales Duárez, a través de dos puentes modulares temporales. No hace falta ser un experto en movilidad para suponer que esta solución será abiertamente insuficiente.
¿Estamos a tiempo de evitar el caos? Aunque parezca difícil, creo que sí.
Primero que nada, es urgente que se mantenga operativo el ingreso y el estacionamiento de la actual terminal, y que se implemente un sistema de buses para conectar ambas instalaciones. Esto permitirá seguir usando las vías existentes y el transporte público. Para que esta solución sea eficiente es necesario construir rápidamente la vía que recorre la margen derecha del río Rímac, en colindancia con el aeropuerto, evitando así cruzar el río en uno de los nodos de mayor congestión vehicular. Esta vía también permitirá que los vecinos del Callao, Lima norte y Huaral puedan acceder desde la avenida Néstor Gambetta, sin tener que usar la avenida Morales Duárez.
En paralelo, debe implementarse un proyecto integral de recuperación del río Rímac, que reconstituya las fajas marginales y las transforme en un gran parque de alto valor paisajístico, seguro y adecuadamente iluminado. Pero nada de esto va a funcionar si no atendemos a los más vulnerables, tanto a los que habitan en el cauce del río como a quienes han construido informalmente en las fajas marginales o derechos de vía. Para los primeros se debe implementar un programa de acogida, y para los segundos, un programa de vivienda social en proximidad a su actual residencia, como se hizo en el proyecto de la línea amarilla.
Los peruanos somos capaces de grandes gestas cuando nos comprometemos. Transformemos esta vergüenza en orgullo, y demostremos que podemos trabajar juntos para resolver esta grave crisis que se avecina.
Fuente: El Comercio – Aldo Facho Dede es arquitecto y urbanista. Cofundador de la Red Latinoamericana de Urbanistas