“Han tirado la piedra y escondido la mano, además de lograr por primera vez, en mucho tiempo, que la prensa de todas las posiciones se alinee para convenir en la mediocridad de Boluarte y compañía”.
Ha sido una delicia –para los comunicadores con especial interés en la política– ver y escuchar las entrevistas de antología realizadas este fin de semana al presidente del Consejo de ministros, Gustavo Adrianzén, y al exministro del Interior Víctor Torres. Nos han regalado dos ejemplos muy elocuentes de lo que un entrevistado no debe hacer o, mejor, de por qué no debe salir a dar una entrevista.
Temerariamente, sin herramientas comunicacionales, sin propuestas de narrativa y con respuestas elaboradas al paso se enfrentaron al ‘prime time’ en “Punto final” y “Panorama”. Mónica Delta y Carla Muschi, las respectivas conductoras, develaron a ministros más preocupados por el hecho de que el fajín no se les afloje que por la transparencia que debiera emanar de Palacio.
Desde el punto de vista político y comunicacional, ha sido realmente bochornoso escuchar las acrobacias verbales de los representantes del Ejecutivo para no explicar de dónde vienen los signos exteriores de riqueza de la presidenta Dina Boluarte. En buena cuenta, ¿de dónde vienen los benditos Rolex?
Para enfrentar una crisis, muchas empresas privadas lo saben, se debe salir con respuestas inmediatas, claras y definitivas para evitar especulaciones. El tiempo en crisis es la diferencia entre una tímida ola y un tsunami. Si no la sabes enfrentar, terminas en manos de un ‘head hunter’. En el Gobierno no pasa eso. No es la primera vez que vemos desfilar escuderos de turno, pues el poder se mantiene de acuerdo con voluntades y acuerdos políticos.
Gracias a esa impunidad, los políticos nos han regalado frases memorables este fin de semana. Decir que el asunto de los Rolex es un “asunto personal”, como dijo Adrianzén, o que el exministro del Interior “se felicite” por su gestión al frente del sector raya con lo fantástico y deja a los aliados políticos y civiles sin argumentos lógicos para la defensa.
La narrativa del complot no se sostiene, pues ninguno de los alfiles políticos ha señalado por dónde es que vendrían los enemigos en una coyuntura de versus institucional múltiple. Han tirado la piedra y escondido la mano, además de lograr por primera vez, en mucho tiempo, que la prensa de todas las posiciones se alinee para convenir en la mediocridad de Boluarte y compañía.
La intervención mediática ha sido perjudicial, pero no creamos que esto desincentivará los afanes de poder. Con el pasar de los días, el cambio de miembros en el Gabinete dejará claro si lo que hay en Palacio es desesperación e incapacidad o una burbuja gigante en la que muchos se congratulen por su actuación y se crean mucho ministro o mucha presidenta para tan poco país.
Fuente: El Comercio – Mabel Huertas es socia de la consultora 50+Uno