“La única manera de extirpar de raíz este engendro mercantilista es decretando la libre disposición de sus fondos”
Carlos Boloña, exministro de Economía de Fujimori y creador de las AFP, siempre lo tuvo claro: el sistema no era una invención institucional destinada a conseguir pensiones dignas para los jubilados peruanos que sufrían el desplome del sistema estatal. No, lo que se buscaba –y así lo repetían sus pregoneros de la época– era generar un mercado de capitales que pudiese acompañar el flujo de inversiones privadas en el país.
Porque la utilidad de los grupos de poder propietarios de las AFP no reposa solamente en el balance contable que graciosamente obtienen de su ejercicio empresarial (decimos gracioso porque tener utilidades con un mercado cautivo y coactivo no representa mérito alguno; el negocio de las AFP no tiene pierde). A ello se suma el inmenso beneficio que ciertos conglomerados empresariales obtienen cuando las AFP “invierten” en ellos, al comprarles acciones o bonos, obteniendo así capitales de inversión a un costo infinitamente menor del que les representaría endeudarse en el sistema financiero como el resto de los comunes.
El sistema privado de pensiones es un inmenso sifón, que absorbe rentabilidades de los pobres para trasladárselas a favor de los más ricos. Es la joya de la corona del mercantilismo construido en el Perú en las últimas décadas, gracias al cual se obtienen rentas artificiosamente, fuera de la libre competencia. Es una inmoralidad macroeconómica.
La única manera de extirpar de raíz este engendro mercantilista es decretando la libre disposición de sus fondos, en el momento que lo deseen, por parte de los miles de afiliados que hoy sostienen el sistema.
Que cada quien, con libertad, elija si le conviene destinar sus ahorros a tratar de asegurar una pensión para su futura edad de jubilación o si le es más conveniente asegurar lo mismo, pero invirtiendo en una casa propia, en un auto que le abarate los costos vitales, en la educación de sus hijos o en la salud familiar, factores todos que suman a la “capitalización” humana que a su vez incidirá en la mejor sostenibilidad individual en la edad jubilar.
Si las AFP están convencidas de que las rentabilidades que ofrecen son atractivas (personalmente así lo creo, pocas actividades aseguran esos retornos), pues que se esmeren en demostrarlo y convencer a los trabajadores del país de que su oferta es tan atractiva que hará que algunos estén dispuestos a sacrificar algo de bienestar presente para disponer alguna mayor tranquilidad cuando decaigan las habilidades productivas.
El día que las AFP compitan por captar afiliados sin obligatoriedad, teniendo como principal adversario a la no afiliación, se verá cómo mejoran las rentabilidades y disminuyen las comisiones. Y también se constatará que al dar un mejor servicio sí lograrán tener un mercado de interés que les permita operar.
El presidente ha anunciado una reforma integral del sistema de pensiones, incluyendo al sistema público, apenas concluya la emergencia. Es imperativo hacerlo, a despecho de lo aprobado por el Congreso, sin soslayar que ninguna salida será sostenible si se sigue basando en la coacción legal a millones de ciudadanos, perfectamente capaces de dilucidar su mejor inversión y sus respectivas prioridades.
La del estribo: de Netflix, una decepción, Freud. Buena la ambientación de la Viena de la época, pero un despropósito utilizar un personaje tan rico y complejo como el padre del psicoanálisis, para un sainete sin sentido. Muy recomendables Unorthodox y Peaky Blinders. Otra interesante: The English Game, sobre la aparición obrera en los orígenes del fútbol en la Inglaterra del XIX.
Escribe: Juan Carlos Tafur – La República