“Fui uno de los responsables de la creación de los instrumentos estadísticos que nos permiten conocer la evolución de esa lamentable condición humana de gran parte de las familias peruanas: la pobreza”.
Ha llegado la hora de confesarme como responsable de “introducir” la pobreza en el Perú. O, más exactamente, uno de los responsables de la creación de los instrumentos estadísticos que nos permiten conocer la evolución de esa lamentable condición humana de gran parte de las familias peruanas. Su creación fue así. En 1985 cuando cumplía un período en la presidencia del BCR recibí la visita de una misión técnica del Banco Mundial que llegaba para informarnos sobre la reciente creación de un proyecto estadístico para medir la pobreza en un gran número de países subdesarrollados en el mundo, y para proponernos una colaboración.
Luego de definir su metodología, habían realizado un primer estudio en el país africano de Costa de Marfil, y nos proponían que el segundo fuera el Perú. Sin embargo, en cada caso exigían la participación formal del gobierno respectivo. En el BCR aceptamos la propuesta y el estudio fue realizado durante 1985 y 1986. Sin embargo, los resultados tardaron exageradamente y su divulgación, realizada a través de informes parciales y temáticos en inglés, pasaron desapercibidos.
Esta experiencia me animó a continuar con el tema al terminar mi paso por la presidencia del BCR, y aproveché la iniciativa de la creación del Instituto Cuanto para servir de instrumento. El concepto de la institución no se limitaba a los aspectos sociales, pero gran parte de sus esfuerzos fueron dirigidos al descubrimiento de las carencias económicas de las familias peruanas. Una oportunidad se presentó en 1990 cuando recibí la visita de una joven estudiante norteamericana, Gillette Hall, quien había propuesto como tema de tesis universitaria en Inglaterra, justamente, realizar una encuesta sobre la pobreza en el Perú. Acepté apoyarla, y logramos conseguir un financiamiento modesto pero suficiente para realizar el estudio en Lima. Ella misma debió participar en gran parte de las entrevistas, tarea encomiable si recordamos que en esos momentos aún se vivía una fuerte presencia del terrorismo en muchos barrios limeños. Luego de esa experiencia pudimos conseguir apoyo financiero para cuatro nuevas encuestas de hogar, en 1991, 1992, 1994 y 1996. En todos los casos estas fueron pequeñas y tuvieron una divulgación limitada debido a la falta de capacidad financiera de la institución Cuanto.
El INEI, durante ese período, no priorizó el tema, y fue necesario en cada caso mendigar financiamiento de entidades internacionales. Recién a partir del milenio el INEI se interesó en el tema y finalmente creó el proceso de medición anual y consistente de la pobreza a través de encuestas de gran escala que han permitido el conocimiento detallado no solo del nivel de pobreza nacional, sino también de las diferencias que existen entre regiones y categorías humanas. Ese contexto de evolución en el tiempo nos permite hoy darnos el lujo de poder examinar con mucho más detalle y precisión tanto la causalidad de la pobreza, como la relación que puede tener con otros aspectos de la vida humana.
Hoy podemos incluso considerar la posibilidad de una modificación del objetivo, pasando de una simple categorización del estatus económico a una exploración de otras condiciones sociales y personales que pueden causar o más bien atenuar la pobreza económica. En esa línea, por ejemplo, se propone el concepto de una “pobreza multidimensional” que se basaría no solo en el nivel de ingreso recibido, sino también en el valor de diversas carencias determinantes de la pobreza, como pueden ser la educación, la salud y la vivienda. Sin embargo, mi sugerencia es a favor de mantener la definición actual, que nos permite distinguir claramente entre causa y efecto cuando analizamos la situación económica de las familias.
Fuente: El Comercio – Richard Webb es economista