“Necesitamos nuevas personas para recuperar la esperanza e intentar salir del hoyo en el que estamos”.
La situación de la Fiscalía de la Nación no da para más. Por lo pronto, creo no equivocarme si señalo que la sensación mayoritaria que tenemos los peruanos es que ninguno de los actuales fiscales supremos nos genera confianza, ni da la talla. Están totalmente divididos, en bandos jaloneados de uno y otro lado, y sin liderazgo alguno.
Por su parte, la Junta Nacional de Justicia (JNJ), encargada constitucionalmente de nombrar a los fiscales supremos y ratificarlos cada siete años, nació de mala manera y hoy es claro que se encuentra en ‘status mortis’. Si bien no se sabe a ciencia cierta qué pasará, es evidente que hoy carece incluso de la credibilidad que para cierto sector alguna vez tuvo y sus integrantes, en vez de dedicarse a consolidar la institución, demostraron estar más preocupados en hacer espíritu de cuerpo en temas personales, habiendo llevado a nivel de doctorado la aplicación del doble rasero en el ejercicio de sus competencias.
Frente a esta situación, ¿qué hacer? Creo que no hay una solución pronta con los instrumentos legales existentes. Se necesita una medida excepcional para una situación que no puede seguir ni un minuto más, pues estamos como con una gangrena: o se amputa el miembro infectado o la muerte es segura.
Reconozco que cualquier fórmula será muy discutible, pero hay que ir adelante porque el inmovilismo nos matará. Con lo que hay, no se puede hacer nada positivo, es seguir en la agonía. Como dice el refrán, no se puede pedir peras al olmo; los actuales están muy desgastados.
Por ello, planteo una reforma constitucional que permita que, en tanto se reorganiza la JNJ o se implementa lo que la sustituya, se convoque a los expresidentes del Tribunal Constitucional –los hay de todas las tendencias– para que puedan invitar a profesionales competentes, con liderazgo y trayectoria, que asuman como fiscales supremos, de forma que haya una nueva Junta de Fiscales Supremos que pueda empezar sin las taras que la actual exhibe. Solo así podrá haber un comienzo sin los cuestionamientos de hoy y, de esta forma, una nueva oportunidad.
¿Qué hacer con los actuales? Que la comisión los evalúe, pero me parece que deberían dar por terminado su servicio a la nación tan pronto como se determine a los nuevos. No digo que sean malas personas –no las conozco–, solo indico que objetivamente, y de buena fe, no pueden ni deben seguir, por el bien de la institución que hoy integran. Estoy seguro de que ellos, en la intimidad, también lo saben.
Si la reforma se aprueba antes de que concluya la actual legislatura, podría ratificarse al iniciarse la siguiente y así tener un nuevo panorama antes de que acabe el año.
Necesitamos nuevas personas para recuperar la esperanza e intentar salir del hoyo en el que estamos. Lo bueno de la fórmula de que sean los expresidentes del Tribunal Constitucional los que inviten a los próximos nuevos fiscales supremos es que ninguno de ellos fue elegido por los actuales vecinos de la plaza Bolívar, ni promovido por quien ocupa hoy el sillón de Pizarro. Eso permite una distancia con el poder actual y ayuda a generar confianza. No es fácil, pero me niego a quedarme con lo que hay. Si no se busca un cambio, habrá que apagar la luz.
Fuente: El Comercio – Natale Amprimo Plá / abogado constitucionalista