“Ahora, como producto de la política equivocada del Gobierno estamos en el peor de los escenarios, con el virus expandiéndose y la economía en ruinas”.
Después de siete semanas de cuarentena estricta caben pocas dudas de que la estrategia del Gobierno ha sido un fiasco. No se ha podido contener la expansión del contagio ni aislar los focos infecciosos, el sistema de salud ha colapsado, millones de peruanos se han empobrecido y ya es imposible sostener el encierro. Cada vez más personas lo quebrantan y cada día que pasa el Gobierno tiene menos posibilidades de imponerlo.
La falsa disyuntiva que ha fundamentado esta política errónea sigue siendo utilizada por quienes la defienden, aunque cada vez con menor audiencia. Ese dilema es, dicen, cuarentena con el virus bajo control y pocos fallecidos. O libre circulación con muchos infectados y muchos muertos. Una falacia porque no había la posibilidad de contener los contagios. Para eso se necesitaba aplicar masivamente pruebas moleculares y un sistema para identificar y aislar a los infectados, cosas que el Gobierno fue incapaz de hacer.
Luego de las dos primeras semanas se comprobó eso. Lo razonable hubiera sido empezar a moderar paulatinamente la cuarentena, evitando concentraciones masivas, pero comenzando a mover poco a poco el aparato productivo para evitar una catástrofe como la que se prevé ahora: una caída de 20% del PBI este año. Una cifra abstracta, pero que, en concreto, significa que millones de personas se hundirán en la miseria, no tendrán para lo más básico y, en consecuencia, quedarán mucho más expuestas a todo tipo de enfermedades. Como se ha repetido en el último tiempo, el hambre también mata.
La disyuntiva real era cuarentena estricta –en teoría, porque en la práctica no era posible–, enlenteciendo algo los contagios y arruinando la economía, o una estrategia intermedia con algo más de contagios pero que permitía mantener la economía a flote.
Ahora, como producto de la política equivocada del Gobierno estamos en el peor de los escenarios, con el virus expandiéndose y la economía en ruinas. Pero además se han cometido errores que hoy casi todos reconocen.
Por ejemplo, Fernando Vivas, que no es un enemigo del Gobierno, admite que “la lógica represiva que llevó a incrementar los toques de queda y detenciones ha causado más contagios que los que se hubiera tenido con una cuarentena un poco más laxa” (El Comercio, 29/4/20). Vivas atribuye esa lógica que “hace mal acortando el tiempo de salir a la calle” al Estado. En realidad, tiene un responsable más específico y se llama Martín Vizcarra, que es el que toma las decisiones.
Dicho sea de paso, cuando dije eso –que hoy es obvio– hace seis semanas, recibí una andanada de insultos de los adulones del Gobierno (“Las decisiones inevitables y las inútiles”, 21/3/20).
Otra de las características de la cuarentena es que durante bastante tiempo las mentiras del Gobierno han sido no solo toleradas sino aplaudidas. Hoy eso está cambiando. Por ejemplo, Pedro Ortiz Bisso se pregunta: “Si aún hay camas, ¿por qué siguen denunciándose casos de enfermos que mueren, literalmente, en las puertas de los hospitales por falta de atención?”. Y concluye, “si las diferencias entre el mensaje oficial y la realidad continúan ahondándose, la confianza en su liderazgo y en el Gobierno caerá en picada” (El Comercio, 29/4/20).
Lo ocurrido en los penales también ha suscitado algunos tímidos reproches de los partidarios de Vizcarra. No obstante, su previsible respuesta, echarle la culpa del mal manejo de su gobierno a los anteriores, no ha provocado asombro. En verdad todos saben que una de las características de los verdaderos líderes es asumir su responsabilidad y no lavarse las manos. En el fondo, hasta sus partidarios lo aquilatan. Tampoco ha asumido ninguna culpa por los casos de corrupción en el Mininter y el Minsa.
A estas alturas solo queda confiar en que sean acertadas algunas de las varias teorías que circulan y afirman que el virus tiene una capacidad de expansión limitada, como la del científico israelí que sostiene que prácticamente desaparece a los 70 días, independientemente de las medidas de bloqueo que se tomen para tratar de frustrarlo (Isaac Ben-Israel, 19/4/20, “The Times of Israel”). Eso puede deberse a la inmunidad colectiva (teoría del rebaño), cuando muchas personas se contagian, se inmunizan y el virus ya no tiene cómo propagarse. O a varias otras causas que se investigan ahora.
Un estudio de una universidad de Singapur prevé fechas para el fin de la pandemia en todo el mundo. En el Perú, pronostican el 31 de julio.
Solo cabe confiar en que estas u otras de las teorías que circulan sean ciertas, porque de un gobierno incompetente y obsesionado por su popularidad poco es lo que se puede esperar.
Escribe: Fernando Rospigliosi – periodista / El Comercio