La revocación de la prisión preventiva de Keiko le augura problemas políticos a Vizcarra.
El título de la película “The Omen” nunca estuvo bien traducido. Y decimos nunca porque el filme tuvo secuelas, remake y demás, y el nombre de todas esas producciones giró siempre en el mundo hispanohablante alrededor de la palabra “profecía”. La verdad, no obstante, es que una mejor traducción castellana de lo que el término original expresa en inglés es “presagio”.
A diferencia de una profecía, un presagio no tiene que materializarse a través de un discurso escrito o hablado. Puede estar sugerido sencillamente por un cuervo posándose en una rama, un cometa cruzando el cielo o una señora saliendo de prisión preventiva. Y todo indica que pronto seremos testigos de esto último.
De no presentarse incordios burocráticos y pagar los 70 mil soles de caución que le han impuesto, Keiko Fujimori dejará en efecto su encierro en los próximos días; y aunque tendrá que cumplir con las mismas limitaciones de movimiento que hoy todos padecemos (y algunas más), su situación habrá variado de manera dramática. No está canjeando ella la prisión preventiva por un arresto domiciliario, como Susana Villarán, sino por una orden de comparecencia con restricciones. Es decir, por un régimen que no le permitirá salir de Lima y la obligará a reportarse ante las autoridades cada 30 días, pero que, por lo demás, le dejará dedicarse a todo lo que cualquier otro hijo de vecino puede hacer en estos tiempos de cuarentena. Y eso incluye la política.
‘Comeback’ obtuso
No nos imaginamos, desde luego, a la lideresa del fujimorismo lanzándose un manifiesto en la puerta del penal ni prestando declaraciones belicosas en las primeras semanas de libertad. Lo previsible es una temporada inicial de estampas familiares y declinaciones a cualquier intento de la prensa de arrastrarla a la arena en la que tantas iniquidades y conductas necias protagonizó tras su última derrota electoral.
Conforme transcurran las jornadas y el clima vaya cambiando, sin embargo, irá sin duda recuperando el habla. Sobre todo si la curva de contagios del COVID-19 en el territorio nacional no cede y el apuro económico estrecha su cerco sobre la gente. En un contexto así, la estrella del presidente Vizcarra comenzará a palidecer y el espacio para hacer oposición capitalizando sus errores y apocamientos asomará poco a poco.
Con las elecciones del 2021 a la vuelta de la esquina, varios serán de seguro los que se aventarán a tratar de cumplir ese rol, pero a muchos de ellos la circunstancia de haber ocupado asientos preferenciales entre la claque gobiernista durante estos últimos meses les dificultará la operación.
Es verdad que con todo lo que se sabe ahora sobre el financiamiento de sus campañas y el efecto perverso del ejercicio que hizo de su enorme dosis de poder del 2016 en adelante, la señora Fujimori no estará en la mejor posición para convertirse de pronto en Miss Simpatía para una mayoría de peruanos. Pero, al mismo tiempo, después de haber tenido a Becerriles y Betetas de voceros, de haber blindado a canallas y ‘desblindado’ al padre, y de haber transformado, en fin, su presunto liderazgo en una prolongada venganza por unos resultados electorales que le produjeron berrinche, uno pensaría que su imagen ya no puede empeorar. Verla salir de la cárcel, en ese sentido, será como verla volver del infierno, con su atadito de ropa chamuscada y oliendo todavía a azufre.
Por lo pronto, el que Fuerza Popular haya obtenido 12 curules en los comicios de enero después de tanto despropósito es una indicación de que Keiko tiene un público cautivo y dispuesto a hacerse el ciego ante la evidencia. Pero eso es solo un capital-semilla. Su futuro político dependerá de lo que haga a partir del momento en que ponga un pie en la calle. Porque en lo que a la acusación que tiene pendiente respecta, está visto que los fiscales a cargo la continuarán postergando hasta que caiga el meteorito que se ocupe de hacer justicia por ellos.
¿Qué podría hacer la señora Fujimori para empezar a mejorar sus opciones? Pues domeñar a una bancada cuya vocación populista compite de igual a igual hasta ahora con la de Podemos (contagiarte) o Acción Popular sería un buen principio. Pero quién sabe. Ella ha demostrado que su talento para desbarrar no puede ser subestimado y en una de esas nos sorprende con un ‘comeback’ de la performance obtusa que le hemos conocido hasta ahora y se termina de liquidar solita.
Nada de eso, sin embargo, modifica el carácter de oscuro presagio o mal augurio político que la revocación de su prisión preventiva reviste para Vizcarra.
Inventario de miseria
Al presidente, efectivamente, el tiempo ya comienza a agotársele. Como granos cayendo en un reloj de arena, sus puntos de aprobación en las encuestas van pasando, sin prisa pero sin pausa, hacia el “no sabe/no opina”, y de ahí transitarán paulatinamente al territorio de la desaprobación. Los problemas que mencionábamos antes –sumados a las demoras en las compras de pruebas, la corrupción en las compras que sí se hicieron apuradas, el intento de barajar las razones de la salida de Morán, la pusilanimidad para observar la ley aprobada por el Congreso con relación a los fondos de las AFP y la ausencia absoluta de nociones sobre cómo volver a poner en marcha la actividad económica en el país– se encargarán de eso.
Solo hace falta que aparezca alguien que haga el inventario de tanta miseria con persistencia y oportunidad. Y daría la impresión de que en el umbral de cierto penal en Chorrillos va a asomar en estos días alguien que podría hacerlo.
Escribe: Mario Ghibellini – periodista / El Comercio