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Una emoción indescriptible

Hoy salí de alta del hospital en el que estuve internado por el coronavirus. Me han traído a otro centro médico de rehabilitación para hacerme terapia física quizás por dos semanas porque he quedado débil y no puedo caminar.

Llegaron a la hora exacta a recogerme. Me alistaron, me vistieron, alistaron mis cosas y me colocaron en una silla de ruedas. Al salir del cuarto sucedió algo que jamás lo hubiera imaginado.

Todo el personal que me había atendido durante todo este tiempo y que eran bastantes llámense médicos, enfermeras, técnicos, auxiliares, etc. habían formado dos filas a cada lado para que yo pasara por el medio. Todos comenzaron a aplaudir.

Yo entendía que ellos se aplaudían porque el triunfo ha sido de ellos. Todos sabían mi nombre. Me decían suerte Julio, buena Julio, etc. Sentí una emoción que jamás había sentido. Lloraba como un niño tocándome el corazón agradeciéndoles.

Una de ellas me dijo: «No te olvides Julio, soy Matilde, no te quiero volver a ver por acá». Y esto ocurrió a todo lo largo del camino hasta llegar al ascensor. Yo estoy acostumbrado a los aplausos desde joven. Pero este que recibí el día de hoy quedará marcado para siempre en mi mente y mi corazón.

Agradezco mucho a mi compañera y a mis hijos que hicieron que llegara a este hospital bendito. Una atención de primera, con gran profesionalismo, atendiendo mis mínimos requerimientos

Realizando todas las pruebas y exámenes necesarios. Yo me había encomendado al Señor de los Milagros, a la Virgen del Carmen, a la Virgen Guadalupana y a San Pedro de Corongo y ellos me pusieron en el camino de este hospital.

Ahora solo me queda recuperarme físicamente en este otro hospital. Gracias mi Señor bendito por haberme dado otra oportunidad de seguir sirviéndote.

Testimonio del abogado Julio Zelaya Zimbrón, desde Estados Unidos – New Jersey quien se enfrentó al COVID-19 y lo venció, en un ejemplo de tenacidad y ganas de vivir con el apoyo de los profesionales de la salud, de los cuales está agradecido.

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