Rafael López Aliaga cambió el nombre del parque Luis Alberto Sánchez y el APRA se arrebató. El alcalde de Lima reculó y nos contó su versión. “He sido aprista en mi juventud, fui chapista [del grupo Chicos Apristas peruanos] y he visto a Haya de la Torres y a Luis Alberto Sánchez cuando venían a Chiclayo”.
Lima no será capital sin peajes de la noche a la mañana, ni segura en pocos meses, ni potencia mundial en pocos años. Al alcalde Rafael López Aliaga eso ya le quedó claro. Pero el poder municipal aporta un consuelo: cambiar el nombre de los parques y las calles en un triz. Basta una ordenanza que diga que lo que se llamaba Parque de la Democracia llámese en adelante Parque Luis Giampietri Rojas y lo que se llamaba Parque de la Cultura (y alternativamente, Parque Luis Alberto Sánchez), llámese en adelante Parque Óscar Luis Castañeda Lossio. Regístrese las ordenanzas 2571 y 2572, publíquese en El Peruano y comuníquese a la Sunarp el cambio de nomenclatura. Si hay jaleo, deróguese la ordenanza 2572 y lo que dejó de llamarse X vuélvase a llamar X.
Guerra tendrás
La Democracia está tan venida a menos –Perú encabeza el ránking de insatisfacción con la democracia en el Latinobarómetro con 91%- que no hubo escándalo por el rebautizo del Parque de la Democracia. O, talvez, el relativo silencio se debió a que la plaza la inauguró un ex presidente sin partido y sin bases: El 27 de julio del 2006, un día antes de dejar el mando, Alejandro Toledo inauguró la plaza en el terreno en el que estuvo la sede del Banco de la Nación hasta las Fiestas Patrias del 2000. Esa vez, en plenas manifestaciones de los Cuatro Suyos, el banco se incendió y murieron 6 vigilantes que quedaron encerrados dentro. Investigaciones posteriores determinaron que el desastre fue ocasionado por artefactos incendiarios arrojados desde fuera por agentes del gobierno. Dos décadas después, no quedan seguidores interesados en honrar la épica cuatrisuyana del recluso Toledo.
Dos cuadras hacia el este, en otro predio baldío que también fue del Banco de la Nación, Alan García tuvo otro plan: Entregarlo a la Municipalidad de Lima para que se llamara Parque de la Cultura. El nombre se justifica por su proximidad al Parque Universitario. Ricardo Pinedo, ex secretario personal de García, me dijo que no recuerda que la intención original fuera consagrar el espacio a Luis Alberto Sánchez (LAS), sino que ello surgió en el camino y que Castañeda quería estrechar lazos con el gobierno de García. En la inauguración, el 9 de octubre, estuvo el alcalde con García y otros apristas, además de un hijo de LAS.
Volvamos al 2023. Ahora sí hubo jaleo. A los apristas no parecía importarles que el busto estuviera bañado en excremento de palomas –ellas son parte de la simbología partidaria- y la placa estuviera deshecha. Pero arrancarle su nombre del mapa, eso era una afrenta. Como López Aliaga no es su enemigo, hubo mediadores pacíficos. Conversé con Jorge del Castillo quien intentó mediar por ser un veterano aprista y por haber sido alcalde de Lima entre enero de 1987 y diciembre de 1989. No obtuvo una respuesta inmediata. “Sabemos que tiene que haber otro consejo para que derogue la ordenanza, pero la idea era que saliera un comunicado diciendo que lo iba a hacer”, me dijo.
Del Castillo también fue el primer promotor y firmante de una carta de personalidades de distintas tiendas y colores pidiendo deshacer el entuerto. Sánchez tiene una reputación intelectual tan alta como su perfil político de ex vicepresidente, primer ministro, presidente del Congreso y colaborador íntimo de Haya de la Torre. Fue tres veces rector de San Marcos (por eso el busto está frente a la casona que fue su sede), autor de “Perú, retrato de un país adolescente” entre otros libros sobre literatura, política y derecho; periodista y conductor de TV siendo invidente. Tan venerado es LAS por los apristas, que el más flamígero de ellos, Mauricio Mulder, posteó en X emplazado a López Aliaga: “Nos declara la guerra gratuitamente. Guerra tendrá”.
Eso es todo
Encontré al alcalde López Aliaga en un evento y conversamos brevemente. Me dio su versión sobre este entuerto y me autorizó a glosarlo. Empezó por decirme, “he sido aprista en mi juventud, fui chapista [del grupo Chicos Apristas Peruanas, que era una suerte de primera franja etárea del partido, de allí venía la JAP o Juventud Aprista peruana] y he visto a Haya de la Torre y a Luis Alberto Sánchez cuando venían a Chiclayo, que era mi ciudad”. Cuando planteó el cambio de nombre -me aseguró- no sabía que el parque estaba consagrado a LAS, pues fue mal informado por un empleado que ya despidió. Tras la reacción aprista, se dio una vuelta por la plaza y vio que el busto de LAS estaba en el centro. Ahí vio el tamaño de la metida de pata y supo que tenía que reponer el nombre.
¿Por qué no anunció de inmediato que lo iba a hacer? Se lo pregunté y me dijo que optó por no opinar mientras se preparaba la ordenanza que derogaba el cambio de nombre, que en efecto sucedió en la reunión del consejo del viernes, presidida por el teniente alcalde Renzo Reggiardo. El alcalde no estuvo en ese momento. Coincido con una fuente aprista que cree que López Aliaga prefirió esperar al viernes porque se picó por el post de Mulder. Y eso que este decidió hacer mutis tras su declaración de guerra. Prefirió que otros apristas templados arreglaran el lío. Si fuera un capítulo de Looney Tunes, el alcalde que reivindicó la chapa de Porky, terminaría con este guiño: Eso es todo, eso es todo, eso es todo, compañeros.
Fuente: El Comercio – Fernando Vivas periodista (Crónica sobre Rafael López Aliaga y el nombre de las cosas)