“La ciudad crece de manera ‘espontánea’, promovida por especuladores y traficantes de terrenos”.
Este año se inauguran tres importantes obras de infraestructura de transporte que incrementarán notablemente la capacidad del Perú de conectarse con el mundo, fortaleciendo el rol de Lima y el Callao como nodo portuario del Pacífico Sur. Me refiero a la nueva terminal del aeropuerto internacional Jorge Chávez, el nuevo muelle Bicentenario del puerto del Callao, y la primera etapa del puerto de Chancay que, en conjunto, representan una inversión aproximada de US$3.650 millones.
Obras de esta envergadura deberían estar soportadas por un marco de planificación robusto que permita capitalizar el importante incremento del tráfico comercial en la generación de nuevas oportunidades de negocios y de empleo. Para ello se deben acompañar estos proyectos con obras de infraestructura vial que garanticen su adecuada accesibilidad, con la generación de nuevo suelo industrial y logístico, y con la promoción de proyectos inmobiliarios y comerciales que atiendan la nueva demanda.
En ese sentido, llama la atención el poco interés que la Municipalidad de Lima le está dando a la implementación del Plan de Desarrollo Metropolitano de Lima al 2040 (PlanMet 2040), donde se prioriza, entre otros proyectos, la construcción del parque industrial de Ancón y la implementación de planes específicos para transformar de forma ordenada las zonas industriales y militares que han quedado obsoletas en suelo residencial y comercial, con una adecuada dotación de colegios, hospitales, vías y parques.
Hace 75 años, el joven diputado Fernando Belaunde promovió el Plan Piloto de Lima (1949), en el que se planificó el crecimiento de la ciudad. En dicho plan se planteó la construcción de la Vía de Evitamiento para conectar el sur con el aeropuerto de Limatambo, el Centro de Lima y el puerto del Callao. Asimismo, se propuso el desarrollo de una gran zona industrial entre el centro y el puerto, consolidando el eje logístico este-oeste. Belaunde promovió diferentes conjuntos residenciales en proximidad a las zonas industriales para albergar a los trabajadores y a sus familias.
Hoy estamos haciendo lo opuesto. Hace décadas que hemos renunciado a planificar. La ciudad crece de manera ‘espontánea’, promovida por especuladores y traficantes de terrenos que capitalizan la ausencia de una política de vivienda social que reconozca e incluya financieramente al 70% de las familias cuyos ingresos son informales, y por ‘iniciativas privadas’ u obras aisladas que no se proyectan bajo una visión integral. La Línea Amarilla y el óvalo Monitor son ejemplos representativos. Somos incapaces de sostener una reforma integral del transporte de pasajeros y a seis años de la creación de la ATU hemos retrocedido en lo poco que se había avanzado, desperdiciando nuestra propia experiencia.
Las obras viales que debieran mejorar la accesibilidad a los puertos y al aeropuerto han recibido fuertes críticas por los impactos que generarán a los vecinos en su recorrido. Me refiero a la vía expresa Santa Rosa y al anillo vial periférico. En paralelo, vemos en las redes sociales diferentes anuncios de venta de lotes en Chancay y Huaral, mientras el Ministerio de Vivienda intenta promover planes de desarrollo urbano para esos distritos. Es evidente que llegan tarde.
¿Qué podemos hacer? La respuesta es clara pero no sencilla: debemos recuperar la gobernanza de la metrópoli promoviendo un pacto político por la capital nacional que reemplace los intereses individuales y las miradas parciales por una visión integral y sistémica que esté reflejada en un plan estratégico. En este plan se deben cruzar las principales obras e iniciativas de inversión con el modelo de desarrollo del PlanMet 2040 y el plan del Callao, permitiéndonos maximizar su impacto y mejorar su eficiencia. Asimismo, se debe priorizar la generación de nuevo suelo para usos industriales, logísticos y militares, liberando zonas céntricas donde podremos desarrollar nuevas viviendas, colegios, hospitales y parques.
En medio de esta profunda crisis política, debemos asumir nuestro rol en la historia y exigir a nuestros representantes que trabajen por nuestro futuro. Esperar al 2026 puede ser demasiado tarde.
Fuente: El Comercio – Aldo Facho Dede – arquitecto y urbanista.