“El drama no es solo que se compren firmas; es que se siga vendiendo la idea de que así, con estos mecanismos huecos, se puede regenerar el sistema político “.
En el Perú, hasta la democracia se falsifica. El reciente reportaje de “Punto final” que expone una “fábrica de firmas” para inscribir al partido Primero la Gente no hace más que confirmar que el sistema de adhesiones ciudadanas, lejos de fortalecer a los partidos, ha terminado convirtiéndose en otro rito vacío de nuestro ya desgastado y poco representativo repertorio político.
Firmar una ficha de afiliación debería ser un acto mínimo de compromiso político. Pero cuando una hoja de papel se compra a seis soles –según confesión de los propios operadores–, queda claro que las adhesiones son poco más que mercancía electoral. No hay convicción, no hay militancia, no hay partido: hay solo firmas prestadas a cambio de una gaseosa y galletas, y otras falsificadas. Así nacen organizaciones sin raíces, dispuestas a marchitarse así obtengan una representación en el Congreso (contemos a los tránsfugas) o alquilar su inscripción al mejor postor.
El caso de Primero la Gente no es una excepción, sino una confirmación de lo que ya sabíamos: que la mayoría de nuevos partidos no representan ciudadanía organizada, sino intereses personales maquillados de democracia. Que el trámite de adhesiones es un primer filtro legal, sí, pero de eficacia casi simbólica ante el peso de la corrupción y la desesperación por acceder al poder.
Los personeros y apoderados del partido alegan que todas las firmas fueron validadas por el Reniec. Como si eso bastara. Como si no supiéramos que en nuestro sistema electoral los controles son apenas brochazos burocráticos incapaces de detectar una maquinaria ilegal que usa datos personales como materia prima y transforma la política en una farsa.
¿Sirven entonces las adhesiones para fortalecer partidos en crisis de representación? Sirven tanto como un curita en un cuerpo enfermo de septicemia. Sin democracia interna real, sin transparencia en los procesos de inscripción, sin rendición de cuentas, las adhesiones seguirán siendo lo que son hoy: hojas firmadas al azar, partidos de utilería y ciudadanos engañados.
El drama no es solo que se compren firmas; es que se siga vendiendo la idea de que así, con estos mecanismos huecos, se puede regenerar el sistema político. Mientras tanto, nos piden creer que detrás de cada nuevo partido hay un proyecto de país, cuando en realidad lo que suele haber es apenas un proyecto de negocio.
Fuente: El Comercio – Mabel Huertas es socia de la consultora 50+Uno