Más de una veintena de partidos políticos han recibido la luz verde para participar en las próximas elecciones generales en nuestro país. Pareciera que detrás hubiera una “mano invisible” o una “mano negra” que cree en el adagio: “Divide y vencerás”; o que, cada vez más, crece el número de ciudadanos que sueñan con el “partido propio”, más fácil de conseguir que la “casa propia”, porque suponen que les puede entregar más réditos en poder y dinero que ganarse la “tinka”.
Los nombres de los recientes partidos son tan coloridos, como juguetes de feria de pueblo, y no expresan más allá que las siglas de su fundador o dos palabras que esconden su verdadera doctrina política; ya sea porque no la tienen o, por puro cálculo, para “quedar bien con Dios y con el diablo”, con tal de conseguir los votos requeridos para su elección.
Saben que el electorado: desinteresado, distraído, desconfiado y emotivo; ese que no quiere saber nada de la política, va a tener que ir a votar para no pagar la multa y, además, muchas veces, acude a las urnas con el hígado, la sola impresión, o el pálpito. A estos votantes no hay que explicarles una estrategia ni un plan de gobierno; sino manipularlos apelando a su pura emotividad aconsejada por el marketing que, aplicará las herramientas que usa para la venta de productos o servicios en una sociedad de consumo desbordado.
Se supone que los resultados electorales son producto, sobre todo, del voto juvenil -más interesado en la discoteca y en los “likes” de las redes sociales-pero más que éste, es el voto inmaduro y desinformado de mujeres y hombres de cualquier edad, el que influye en el resultado final, casi siempre, sorprendente; porque, como se dice, en este país, “cualquier cosa puede pasar”; y por eso es que, más allá de la acción política, se practica una especie de juego de ruleta donde es posible que, gane el más audaz y atrevido, aunque tenga que recurrir a la trampa.
En este escenario, la más de una veintena de partidos políticos inscritos solo para participar en los últimos comicios, creen que ir a las elecciones, es como tirar los dados en una mesa de cualquier casino y esperar que la suerte los acompañe. De otra forma, no se entiende cómo es que hemos llegado a esta realidad caricaturesca de partidos que piden prestada la casa del vecino o del amigo, para colocar un cartel y convertirlos en locales políticos sin vida, sacándole la vuelta a la ley.
De los partidos políticos más sólidos, esperamos que hagan un esfuerzo por construir alianzas que, no permitan una atomización nada saludable para la democracia. Porque, en este escenario –“a río revuelto, ganancia de pescadores”– ya lo hemos vivido, puede llegar a gobernarnos cualquier corrupto y “sus amigos” que, además, podría eternizarse en el poder.
Tres son las instituciones responsables de hacer cumplir la ley y de ordenar el escenario político: RENIEC, ONPE y JNE. Del RENIEC, por ejemplo, esperamos que actualice su padrón para evitar que los ciudadanos firmen como “correligionarios” de dos o más partidos, que “los muertos voten”, o se produzcan otras irregularidades similares.
De la ONPE que, fiscalice el presupuesto público de los partidos, ya que sólo debe invertirse en capacitación, investigación y formación ideológica; pero, sobre todo, que ayude a fortalecer los partidos, como verdaderas instituciones. Y del JNE que actúe con la misma equidad en sus resoluciones con todos los partidos políticos sin excepción.
Fuente: Expreso – Fabiola Morales Castillo regidora metropolitana.