“Los congresistas son puestos en el poder por usted y por mí”.
Hay sectores que hablan de una ‘dictadura congresal’. Están equivocados. Tenemos un Congreso que atraviesa una crisis reputacional grave, sin bancada oficialista y que –por primera vez en varios años– tiene en frente a un Ejecutivo sin ánimo confrontacional.
Pero no tenemos una dictadura congresal. Lo que tenemos es un Parlamento elegido por nosotros, con una buena cantidad de miembros deshonestos, corruptos y que toman decisiones sin considerar el mejor interés de sus representados. Las acciones de un parlamentario reflejan su entendimiento de lo que significa ser un ‘padre de la patria’. Claro que sus tareas son legislar, fiscalizar y representar, pero estas deberían tener siempre el interés de los votantes al centro.
Mucho nos quejamos de los costos monetarios en los que incurre el Congreso: bufets, viajes y demás. Sin embargo, no conversamos lo suficiente sobre los costos de una representación pobre, reflejada en la calidad de las decisiones que toman los congresistas. Por ejemplo, participar en el pleno selectivamente desde Miami, decidir el sentido de un voto importante por ‘romanticón’ o votar a favor de una ley para luego reclamar que el Ejecutivo la observe. ¿Cómo cuantificar estos costos? Ciertamente superarían los monetarios.
Las faltas éticas, los ‘mochasueldos’ y otras barbaridades en las que incurren algunos de nuestros congresistas reflejan el poco conocimiento (o interés) que tienen sobre sus propias funciones. Pero ¿qué podemos hacer nosotros al respecto? Ciertamente mucho más que crear la narrativa de una supuesta dictadura parlamentaria.
Es innegable que la ciudadanía está muy poco dispuesta a hacer oír su voz. Los congresistas responden a nosotros. Si el Congreso toma una decisión con la que la mayoría no está de acuerdo, tenemos el derecho –o, más bien, el deber– de hacer algo. Pero ese ‘hacer algo’ parte por tener un interés real. Todos los peruanos descontentos tenemos el derecho de salir a manifestarnos pacíficamente. Los limeños simplemente hemos optado por no hacerlo (y no nos engañemos, la movilización de Lima es crucial para generar respuestas).
Otro elemento esencial para mejorar la calidad de las decisiones de nuestros parlamentarios es reintroducir la reelección parlamentaria. Impopular, pero es un incentivo muy poderoso para que los congresistas sientan que se deben a nosotros y busquen satisfacer nuestras expectativas, actuando en favor de nuestro interés en lugar del suyo propio. Solo aquellos que lo logren serán reelegidos.
Los congresistas son puestos en el poder por usted y por mí. Si bien es responsabilidad de ellos representarnos, es nuestra labor hacer que se sientan obligados a rendirnos cuentas. En lugar de repetir que estamos en una dictadura parlamentaria, exijamos responsabilidad en la toma de decisiones y rendición de cuentas.
Fuente: El Comercio – Macarena Costa Checa