“Lo del nuevo presidente del Congreso escala cumbres de cinismo y mentira nunca alcanzadas”.
Lo que es Alejandro Soto y lo que significa su elección como presidente del Congreso, “el primer poder del Estado”, excede todo lo ya sucedido en este incomparable Parlamento. Uno en el que se protege a “Niños”, mocha sueldos y especies afines. Que implosiona a ojos vista, dividido ya en 13 bancadas que podrían ser pronto 16. Al que Perú Libre llegó con 38 integrantes de los que hoy solo quedan 12, y donde Acción Popular se ha partido en dos; eso sí, con “Niños” en ambos lados, pero con los más emblemáticos, Darwin Espinoza y Jorge Flores Ancachi, conservando el logo y el nombre de “Bancada de Acción Popular”.
Incluso así, lo del nuevo presidente del Congreso escala cumbres de cinismo y mentira nunca alcanzadas.
Eso sí, descarto todo parecido con el personaje central de la película “Mentiroso, mentiroso”, que en una sinopsis es descrito como “un abogado parlanchín, ambicioso y sin escrúpulos que se atiene a un solo código ético: la verdad es negociable. No tiene rival en cuanto a exagerar y distorsionar la realidad en el juicio con tal de conseguir un veredicto favorable”.
No, lo de Soto es distinto. Es un auténtico producto nacional. Ni calco ni copia.
Se le exigió una explicación sobre sus decenas de investigaciones penales (vigentes al 24 de julio) que incluyen falsedad genérica, falsificación ideológica, falsificación documentaria, corrupción de funcionarios públicos, abuso de autoridad, difamación, estafa, peculado, malversación, extorsión, concusión y usurpación de funciones.
Su respuesta en Twitter fue la siguiente: “rechazo categóricamente las acusaciones falsas que circulan sobre mí. Siempre he actuado con honestidad a lo largo de mi carrera profesional. No permitiré que difamaciones sin fundamentos afecten mi integridad”. Ello, acompañado de la imagen de un certificado penal sin antecedentes. Una trampa evidente y más viniendo de un abogado, ya que ese certificado solo muestra condenas firmes y no sus toneladas de investigaciones en curso.
Se le exigió, además, explicaciones por haber contratado en su despacho a la hermana de su pareja sentimental y madre de su hijo. Respondió que la relación con ella había sido fugaz.
En Facebook, hace muy pocas semanas, la negada le decía: “Feliz día del padre mi amor Alejandro Soto Reyes. Gracias por ser un excelente amigo, hijo, compañero y sobre todo un excelente padre. Mi lugar favorito en el mundo eres tú. La vida y Dios te dan hermosos regalos, ver juntos a mis dos grandes amores” (sic). Hay, además, videos de ella y del hijo de ambos en un palco de honor del Congreso el día de su juramentación como titular del Parlamento.
Otra perla, si cabe hasta peor que las anteriores, es que negó tajantemente haberse beneficiado votando a favor de la ley que redujo el plazo de la suspensión de la prescripción. Pues está totalmente documentado que mintió también en eso y que el juez, a pedido de Soto, aplicó la prescripción.
Por cierto, y claro indicio de las prioridades de la representación nacional, la ley obtuvo 87 votos a favor, pese a la opinión en contra del Poder Judicial y del Ministerio Público. Entre ellos, estuvo el voto del nunca suficientemente bien ponderado Jorge Flores Ancachi, que ha pedido también que se le aplique el beneficio que obtuvo Soto; en su caso, en el juicio que enfrenta en Puno por estafa y falsedad genérica por el que fue detenido hace semanas antes de abordar un vuelo a China.
Una yapita: El Comercio ha reconstruido las votaciones de Soto y vemos que lo hizo a favor de la ‘ley mordaza’, de la que limita la colaboración eficaz y por el adelanto de elecciones con asamblea constituyente.
Poniendo a esta persona como presidente del Legislativo se han traspasado todos los límites. Cabe imaginarse la vergüenza que podría sentir el almirante Miguel Grau (en su momento, distinguido congresista de la República), cuya curul es homenajeada en el hemiciclo, al saber que alguien así preside hoy el Parlamento.
Si esta decisión no es rectificada, que el desprecio ciudadano caiga sobre los que lo invitaron a su lista, los que votaron por él y, por qué no decirlo, también sobre los 130 que lo reconocen y obedecen como su presidente.
Fuente: El Comercio – Carlos Basombrío Iglesias
“Lo del nuevo presidente del Congreso escala cumbres de cinismo y mentira nunca alcanzadas”.
Lo que es Alejandro Soto y lo que significa su elección como presidente del Congreso, “el primer poder del Estado”, excede todo lo ya sucedido en este incomparable Parlamento. Uno en el que se protege a “Niños”, mocha sueldos y especies afines. Que implosiona a ojos vista, dividido ya en 13 bancadas que podrían ser pronto 16. Al que Perú Libre llegó con 38 integrantes de los que hoy solo quedan 12, y donde Acción Popular se ha partido en dos; eso sí, con “Niños” en ambos lados, pero con los más emblemáticos, Darwin Espinoza y Jorge Flores Ancachi, conservando el logo y el nombre de “Bancada de Acción Popular”.
Incluso así, lo del nuevo presidente del Congreso escala cumbres de cinismo y mentira nunca alcanzadas.
Eso sí, descarto todo parecido con el personaje central de la película “Mentiroso, mentiroso”, que en una sinopsis es descrito como “un abogado parlanchín, ambicioso y sin escrúpulos que se atiene a un solo código ético: la verdad es negociable. No tiene rival en cuanto a exagerar y distorsionar la realidad en el juicio con tal de conseguir un veredicto favorable”.
No, lo de Soto es distinto. Es un auténtico producto nacional. Ni calco ni copia.
Se le exigió una explicación sobre sus decenas de investigaciones penales (vigentes al 24 de julio) que incluyen falsedad genérica, falsificación ideológica, falsificación documentaria, corrupción de funcionarios públicos, abuso de autoridad, difamación, estafa, peculado, malversación, extorsión, concusión y usurpación de funciones.
Su respuesta en Twitter fue la siguiente: “rechazo categóricamente las acusaciones falsas que circulan sobre mí. Siempre he actuado con honestidad a lo largo de mi carrera profesional. No permitiré que difamaciones sin fundamentos afecten mi integridad”. Ello, acompañado de la imagen de un certificado penal sin antecedentes. Una trampa evidente y más viniendo de un abogado, ya que ese certificado solo muestra condenas firmes y no sus toneladas de investigaciones en curso.
Se le exigió, además, explicaciones por haber contratado en su despacho a la hermana de su pareja sentimental y madre de su hijo. Respondió que la relación con ella había sido fugaz.
En Facebook, hace muy pocas semanas, la negada le decía: “Feliz día del padre mi amor Alejandro Soto Reyes. Gracias por ser un excelente amigo, hijo, compañero y sobre todo un excelente padre. Mi lugar favorito en el mundo eres tú. La vida y Dios te dan hermosos regalos, ver juntos a mis dos grandes amores” (sic). Hay, además, videos de ella y del hijo de ambos en un palco de honor del Congreso el día de su juramentación como titular del Parlamento.
Otra perla, si cabe hasta peor que las anteriores, es que negó tajantemente haberse beneficiado votando a favor de la ley que redujo el plazo de la suspensión de la prescripción. Pues está totalmente documentado que mintió también en eso y que el juez, a pedido de Soto, aplicó la prescripción.
Por cierto, y claro indicio de las prioridades de la representación nacional, la ley obtuvo 87 votos a favor, pese a la opinión en contra del Poder Judicial y del Ministerio Público. Entre ellos, estuvo el voto del nunca suficientemente bien ponderado Jorge Flores Ancachi, que ha pedido también que se le aplique el beneficio que obtuvo Soto; en su caso, en el juicio que enfrenta en Puno por estafa y falsedad genérica por el que fue detenido hace semanas antes de abordar un vuelo a China.
Una yapita: El Comercio ha reconstruido las votaciones de Soto y vemos que lo hizo a favor de la ‘ley mordaza’, de la que limita la colaboración eficaz y por el adelanto de elecciones con asamblea constituyente.
Poniendo a esta persona como presidente del Legislativo se han traspasado todos los límites. Cabe imaginarse la vergüenza que podría sentir el almirante Miguel Grau (en su momento, distinguido congresista de la República), cuya curul es homenajeada en el hemiciclo, al saber que alguien así preside hoy el Parlamento.
Si esta decisión no es rectificada, que el desprecio ciudadano caiga sobre los que lo invitaron a su lista, los que votaron por él y, por qué no decirlo, también sobre los 130 que lo reconocen y obedecen como su presidente.
“Lo del nuevo presidente del Congreso escala cumbres de cinismo y mentira nunca alcanzadas”.
Lo que es Alejandro Soto y lo que significa su elección como presidente del Congreso, “el primer poder del Estado”, excede todo lo ya sucedido en este incomparable Parlamento. Uno en el que se protege a “Niños”, mocha sueldos y especies afines. Que implosiona a ojos vista, dividido ya en 13 bancadas que podrían ser pronto 16. Al que Perú Libre llegó con 38 integrantes de los que hoy solo quedan 12, y donde Acción Popular se ha partido en dos; eso sí, con “Niños” en ambos lados, pero con los más emblemáticos, Darwin Espinoza y Jorge Flores Ancachi, conservando el logo y el nombre de “Bancada de Acción Popular”.
Incluso así, lo del nuevo presidente del Congreso escala cumbres de cinismo y mentira nunca alcanzadas.
Eso sí, descarto todo parecido con el personaje central de la película “Mentiroso, mentiroso”, que en una sinopsis es descrito como “un abogado parlanchín, ambicioso y sin escrúpulos que se atiene a un solo código ético: la verdad es negociable. No tiene rival en cuanto a exagerar y distorsionar la realidad en el juicio con tal de conseguir un veredicto favorable”.
No, lo de Soto es distinto. Es un auténtico producto nacional. Ni calco ni copia.
Se le exigió una explicación sobre sus decenas de investigaciones penales (vigentes al 24 de julio) que incluyen falsedad genérica, falsificación ideológica, falsificación documentaria, corrupción de funcionarios públicos, abuso de autoridad, difamación, estafa, peculado, malversación, extorsión, concusión y usurpación de funciones.
Su respuesta en Twitter fue la siguiente: “rechazo categóricamente las acusaciones falsas que circulan sobre mí. Siempre he actuado con honestidad a lo largo de mi carrera profesional. No permitiré que difamaciones sin fundamentos afecten mi integridad”. Ello, acompañado de la imagen de un certificado penal sin antecedentes. Una trampa evidente y más viniendo de un abogado, ya que ese certificado solo muestra condenas firmes y no sus toneladas de investigaciones en curso.
Se le exigió, además, explicaciones por haber contratado en su despacho a la hermana de su pareja sentimental y madre de su hijo. Respondió que la relación con ella había sido fugaz.
En Facebook, hace muy pocas semanas, la negada le decía: “Feliz día del padre mi amor Alejandro Soto Reyes. Gracias por ser un excelente amigo, hijo, compañero y sobre todo un excelente padre. Mi lugar favorito en el mundo eres tú. La vida y Dios te dan hermosos regalos, ver juntos a mis dos grandes amores” (sic). Hay, además, videos de ella y del hijo de ambos en un palco de honor del Congreso el día de su juramentación como titular del Parlamento.
Otra perla, si cabe hasta peor que las anteriores, es que negó tajantemente haberse beneficiado votando a favor de la ley que redujo el plazo de la suspensión de la prescripción. Pues está totalmente documentado que mintió también en eso y que el juez, a pedido de Soto, aplicó la prescripción.
Por cierto, y claro indicio de las prioridades de la representación nacional, la ley obtuvo 87 votos a favor, pese a la opinión en contra del Poder Judicial y del Ministerio Público. Entre ellos, estuvo el voto del nunca suficientemente bien ponderado Jorge Flores Ancachi, que ha pedido también que se le aplique el beneficio que obtuvo Soto; en su caso, en el juicio que enfrenta en Puno por estafa y falsedad genérica por el que fue detenido hace semanas antes de abordar un vuelo a China.
Una yapita: El Comercio ha reconstruido las votaciones de Soto y vemos que lo hizo a favor de la ‘ley mordaza’, de la que limita la colaboración eficaz y por el adelanto de elecciones con asamblea constituyente.
Poniendo a esta persona como presidente del Legislativo se han traspasado todos los límites. Cabe imaginarse la vergüenza que podría sentir el almirante Miguel Grau (en su momento, distinguido congresista de la República), cuya curul es homenajeada en el hemiciclo, al saber que alguien así preside hoy el Parlamento.
Si esta decisión no es rectificada, que el desprecio ciudadano caiga sobre los que lo invitaron a su lista, los que votaron por él y, por qué no decirlo, también sobre los 130 que lo reconocen y obedecen como su presidente.
Fuente: El Comercio – Carlos Basombrío Iglesias
Fuente: El Comercio – Carlos Basombrío Iglesias