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Jerí y el espectáculo de la comunicación.

“Una buena estrategia de comunicación, sobre todo la gubernamental, debe ir más allá de la mera presencia en las plataformas digitales”.

Es cierto. Hace un buen tiempo que no veíamos a un presidente tan activo: visitando cárceles de noche, presenciando operativos, interesándose por familias afectadas por incendios, inspeccionando Gamarra o, simplemente, saliendo en las madrugadas a caminar por las calles que rodean Palacio de Gobierno.

Hay que reconocer también la brevedad de sus discursos oficiales, el uso efectivo de las redes sociales, en especial TikTok, y la actividad constante de la cuenta presidencial en la red social X.

José Jerí parece entender que la comunicación es hoy una herramienta poderosa para posicionar su imagen como jefe de gobierno y diferenciarse del desastre comunicacional de sus antecesores.

Pero hay un problema. Una buena estrategia de comunicación, sobre todo la gubernamental, debe ir más allá de la mera presencia en las plataformas digitales y de la obsesión por la visualización, la interacción y los likes. La construcción de una estrategia de comunicación política es un proceso más complejo que, para ser efectiva, requiere de planificación a mediano y largo plazo; de lo contrario, se vuelve una comunicación efectista, superficial y de tono aparatoso. El efectismo es una tentación de cualquier político, pero, sin sustancia, puede conducir, más bien, a la desafección ciudadana.

La primera imagen lo dice todo. El 10 de octubre, en su primera acción de gobierno, el presidente se fotografió junto con los altos mandos de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional. El mensaje no verbal fue claro: inaugurar una estrategia de enfoque militar y punitivo para combatir el grave problema de la inseguridad. Sus reiteradas apariciones en penales y requisas confirman esa visión.

Pero se necesita más que eso. Se requiere, por ejemplo, una postura firme para desmontar las leyes procrimen diseñadas por el Congreso y que él mismo votó; se necesita una mejor coordinación entre la fiscalía, el Poder Judicial y otras organizaciones sociales y, sobre todo, una reforma profunda de la Policía Nacional y el INPE. Sin estas acciones complementarias y un abordaje más social de un grave problema estructural, los resultados no llegarán en el poco período que habitará Palacio.

En tiempos complicados, por supuesto que necesitamos un líder que comunique con carisma y use las nuevas herramientas comunicativas. Pero ese liderazgo no puede basarse únicamente en gestos sensacionalistas, sino en la seriedad de las acciones, el rigor de los hechos, la convocatoria plural de otros actores y en resultados tangibles. Demasiado teatro digital y pocos logros solo terminarán afectando las expectativas de la población afectada, además de generar desilusión y falta de credibilidad en su gobierno. La comunicación orientada principalmente a la popularidad en redes no debe simplificar un problema tan grave y complejo como la criminalidad. No se puede priorizar el texto corto y la imagen del atuendo sobre los datos y el rigor técnico, pues se puede caer en la manipulación.

Pero el presidente también debe saber que la comunicación es una herramienta fundamental para legitimarse en el poder; especialmente dadas las circunstancias insólitas que lo llevaron a Palacio. Jerí accedió al Congreso como accesitario, prometió no asumir la presidencia ante la vacancia de Dina Boluarte y, a pesar de no haber sido elegido por voto popular, hoy está como presidente. Más delicado aún: juró al cargo con una gravísima acusación de violación sexual, por la que un juzgado civil le ordenó tratamiento psicológico por “impulsividad y conducta sexual patológica”. El impacto mediático de su estrategia digital ha impedido que hablemos de este tema, pero no lo hará para siempre.

Acaba de cumplir un mes en el cargo. Si bien se ha mostrado cordial con la prensa, su estrategia ha sido de estricta cautela: más allá de las breves declaraciones al paso que ha dado durante sus recorridos callejeros, no ha ofrecido aún una entrevista formal a ningún medio local.

Eventualmente, la búsqueda de esa legitimidad en el poder requerirá responder preguntas difíciles y también darnos a conocer su visión sobre otras políticas públicas. El poder no se ejerce en secreto o a través de las redes. La transparencia y la rendición de cuentas, tan ausentes en el gobierno anterior, serán cruciales para legitimarse.

El tiempo nos dirá si José Jerí fue un buen comunicador, pero un mal gobernante.

Fuente: El Comercio – José Salazar A. es comunicador.

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