La victoria del exbanquero Guillermo Lasso en Ecuador supone un duro castigo al expresidente Rafael Correa antes que una «carta en blanco» para que la derecha salve a un país dividido y en crisis por la pandemia, según analistas.
Lasso, de 65 años, un anticorreísta que se sobrepuso a dos derrotas previas frente a la izquierda, se llevó la victoria en el duelo final con Andrés Arauz, 29 años menor y delfín de Correa. El novel candidato (36) concedió la derrota antes de que concluyera el escrutinio, que marca una tendencia irreversible a favor de su rival (52,5% contra 47,4%).
«Empieza una nueva etapa para Ecuador», proclamó Lasso este lunes. A continuación las claves y desafíos de su triunfo tras las derrotas que le propinó la izquierda en 2013 y 2017.
El anticorreísmo
Lasso venía de perder en la primera vuelta de 2021 con una diferencia de casi 13 puntos frente a Arauz, hasta entonces un exconsejero económico desconocido para la mayoría.
Casi que se metió al balotaje por la ventana gracias a su mínima ventaja sobre el indígena ambientalista Yaku Pérez, quien alegó el supuesto robo de sus votos.
Pese al desgaste que le dejó esa pugna, aglutinó al anticorreísmo bajo las banderas de una derecha que estaba de capa caída incluso antes de la aparición del llamado socialismo del siglo XXI liderado por Correa.
«Ganó la candidatura que logró conectar con ese votante desencantado del correísmo y desencantado en general de la política», señala Wendy Reyes, consultora política y catedrática de la Universidad de Washington.
Para el politólogo Esteban Nichols, pesó más la antipatía hacia el exmandatario que las propuestas o el carisma de Lasso. En una década de gobierno (2007-2017), Correa modernizó Ecuador con los recursos de la bonanza petrolera pero a costa, según sus críticos, de despilfarro y corrupción y un estilo autoritario.
Correa no dio tregua ni a los partidos tradicionales, ni a los ambientalistas que tildaba de infantiles, como tampoco a la prensa. Solía referirse a sus adversarios como corruptos.
«La aversión pesa mucho más que la simpatía y la aversión a Correa era mucho más fuerte», comenta Nichols, de la Universidad Andina Simón Bolívar.
Margen recortado
El presidente electo tendrá «un margen muy estrecho de acción», pues su partido tendrá una representación mínima en el legislativo, sostiene Nichols.
Tendrá que negociar con Pachakutik, el partido indígena que quedó segundo en las legislativas celebradas en febrero por detrás de Unión por la Esperanza (Unes), el movimiento de Arauz. El futuro presidente no contó con el apoyo unánime de los indígenas, que se dividieron entre el voto nulo y el respaldo al delfín de Arauz y Lasso.
El conservador llega a gobernar a un país dividido y lastimado por la crisis sanitaria y económica que desencadenó la pandemia, que dejó más de 17.000 muertos en poco más de un año.
En Ecuador «hay una crisis de gobernanza que se profundizó en el gobierno de Moreno; hay una crisis económica y hay una crisis sanitaria y esto implica retos muy grandes», afirma la analista Reyes.
Lasso, coinciden analistas, no recibe precisamente una carta en blanco para los próximos cuatro años. El voto nulo, que promovió Yaku Pérez, también cobró protagonismo al alcanzar el 16%, superando el techo histórico de 11%.
Ese porcentaje del nulo es «un poco mentiroso. Creo que incluso hay bastante más gente que no se sentía identificada con ninguno de los dos candidatos y que a última hora se vio obligada a escoger uno», opina el politólogo Paolo Moncagatta, de la Universidad San Francisco de Quito.
El declive de Correa
El exbanquero sucederá al impopular Lenin Moreno, quien se trenzó en una feroz disputa con Correa apenas alcanzó el poder con su apoyo en 2017.
Moreno, quien fue vicepresidente de Correa, derrotó a Lasso por la mínima, en lo que parecía un triunfo que daba continuidad a la izquierda socialista.
Pero ya en el gobierno, se alineó con otras fuerzas e incluso contó con el respaldo del exbanquero para hundir mediante referendo la reelección presidencial indefinida que había promovido Correa.
Con Lasso, Ecuador pasará de la «transición» a «un giro importante hacia la derecha en términos de apertura a los mercados, consolidar relaciones con los multilaterales», estima Moncagatta.
El cambio de ruta y la derrota electoral amenazan seriamente el futuro de la izquierda nacionalista que pregona su líder. Condenado en ausencia por corrupción, Correa ha evitado la cárcel estando en Bélgica, donde se instaló apenas terminó sus diez años de mandato y antes de que los jueces lo procesaran en una causa que el desconoce por su supuesto sesgo político.
Sin Arauz en el poder, «Correa se puede ir olvidando de volver al país en los próximos cuatro años, por lo menos, y eso le significará otro golpe sustancial al correísmo», señala Moncagatta. «Lo que no se divisa es líderes importantes que puedan agrupar, aglutinar al correísmo», añade.
Fuente: Andina