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El fin de la fiesta fiscal

La norma de austeridad es una buena señal, pero es evidente que cumplir este año la meta del déficit fiscal de 2 % va a requerir mucho más que limitar los gastos en vehículos, combustible y consultorías.

Los primeros días del nuevo ministro de Economía y Finanzas, José Arista, no han sorprendido a nadie.

Con un pasado como viceministro de Hacienda, Arista está enfocando sus primeros anuncios y medidas, como se esperaba, en la cancha fiscal, en la que claramente se siente cómodo. Esto se refleja en el nombramiento de Betty Sotelo en el Viceministerio de Hacienda, que ha manejado la caja con severidad las tres veces que ha ocupado el cargo en el pasado, y también en el anuncio de una futura norma de austeridad en el sector público y la búsqueda de un “pacto fiscal” con el Congreso.

La norma de austeridad es una buena señal, pero es evidente que cumplir este año la meta del déficit fiscal de 2 % va a requerir mucho más que limitar los gastos en vehículos, combustible y consultorías.

El pacto fiscal será aún más difícil de lograr en un entorno de altísima polarización como el actual y en el que ya ni siquiera los partidos, sino cada congresista, brega por llevar un poco de agua de popularidad a sus molinos, así eso signifique poner en aprietos al Tesoro Público.

Como buen economista, Arista entiende que las personas actúan en base a incentivos y, en este caso, los incentivos para los parlamentarios están todos alineados con drenar la caja. Ser responsable fiscalmente solo genera aplausos en círculos muy limitados y ya ni en los partidos de derecha vemos oposición a medidas populistas.

La otra piedra en el zapato va a ser Petro-Perú. Algo se va a tener que hacer con la petrolera y cualquier cosa que se decida va a ser insuficiente si no se encuentra cómo inyectarle recursos frescos. Se podría buscar alternativas de participación privada, pero en el corto plazo –por lo menos– se van a tener que otorgar garantías que crean contingentes para el fisco.

En el campo de la prevención, aunque un poco tarde, llega una de las más ambiciosas medidas implementadas en un decreto de urgencia el jueves, que cierra el caño del endeudamiento para los gobiernos regionales y locales si es que no cumplen las reglas fiscales establecidas, como el tope del déficit sobre el PBI y el ratio de endeudamiento. Una barrera como esta, implementada antes, habría evitado seguramente que la Municipalidad Metropolitana de Lima irresponsablemente emita bonos por S/1.205 millones a 20 años.

Todo esto está muy bien y hay que aplaudirlo. Pero solo concentrarnos en un ajuste fiscal es insuficiente. La economía no se va a recuperar sola. El crecimiento potencial no va a aumentar mágicamente. Un mejor control del gasto público es indispensable, pero si el cinturón se ajusta demasiado, podría ir en contra del objetivo de incentivar el crecimiento de la demanda interna y ser un balde de agua fría para la economía cuando lo que se necesita es más temperatura.

Lo que se requiere también son medidas ambiciosas que sean un antídoto para las dudas, fundamentadas, sobre el futuro de la economía que paralizan al sector privado y que solo se harán más notorias conforme nos acerquemos al año electoral.

El déficit fiscal no es el único indicador que el ministro de Economía debería estar mirando. Hacerlo sería claramente miope y solo solucionaría un problema, que hay que resolver de todas maneras, para empeorar otro.

Fuente: El Comercio – Alejandra Costa es curadora de Economía del Comité de Lectura

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