“Ni las encuestas online ni las telefónicas han logrado desplazar a las encuestas presenciales”.
El Perú es el país de los mil oficios, no solo porque muchos peruanos tienen más de una ocupación, sino también por la variedad de actividades existentes. Han sido innumerables los esfuerzos por desarrollar una lista completa de trabajos y, peor aún, homologarla con otras clasificaciones internacionales. Sin duda, el desarrollo tecnológico y la adopción de la IA transformarán algunas tareas, eliminarán otras y, por supuesto, surgirán nuevas. Lo importante sigue siendo la persona, el humano y el esfuerzo que implica salir adelante. El problema es que no siempre se valora lo que hay detrás o los retos que supone cumplir con lo ofrecido. Un ejemplo claro de ello es la labor del encuestador.
La aplicación de encuestas ha sido impactada por la tecnología. Cuando empecé haciendo encuestas, salíamos a campo con fichas rin para poder llamar a la oficina e informar cuánto habíamos avanzado ese día en campo. Hoy los encuestadores salen con dispositivos móviles, hay seguimiento GPS de su ubicación, escucha remota de encuestas, reporte y resultados en tiempo real. Estos cambios obligan al desarrollo de nuevas habilidades, pero de ninguna manera implican la desvalorización de su actividad. Al contrario, sigue siendo relevante y necesaria.
Pocas veces se entiende y valora el trabajo que hay detrás de una cifra, del resultado de una encuesta. Ni las encuestas online ni las telefónicas han logrado desplazar a las encuestas presenciales. Sin duda, todas las formas de aplicar encuestas son necesarias y válidas dependiendo del alcance del estudio. En el Perú, las encuestas puerta a puerta, en persona, siguen siendo muy usadas, en especial para estudios a nivel nacional (urbano y rural) y para aquellas investigaciones en las que el cuestionario es largo o se necesita del uso de tarjetas y otros materiales para la aplicación de las preguntas.
Para realizar su actividad, el encuestador debe desplazarse a la zona indicada en el mapa que se le entrega. No va a donde quiere y debe caminar durante horas para conseguir personas que correspondan al perfil del público objetivo y que, además, quieran responder todas las preguntas del cuestionario. Hasta aquí suena bastante obvio, pero se complica aún más. Hace unos días me senté con el equipo de campo que está trabajando en Cusco y comparto algunas de las cosas que me contaron, pues creo que puede ayudar a entender y valorar esta actividad.
Nos estábamos saludando cuando entraron Vanessa y Diana; “me mordió un perro”, dijo una de ellas. Luego de quejarse de lo difícil que es caminar por algunos lugares por la cantidad de perros que hay, José relató su historia en una zona en la que una persona no quiso responder la encuesta y alertó por WhatsApp a todo el vecindario para que tampoco respondieran. Kathy contó que en la zona de nivel alto nadie le abrió la puerta y se puso a llorar por la frustración. De hecho, es tan difícil que cada vez que completa una ruta se abraza con Soledad y celebran. Janet y Abelardo llegaron desde Lima para apoyar al equipo y tuvieron que pasar su cumpleaños subiendo los cerros, a pesar del soroche. Haydée y Celeste me hicieron reír cuando dijeron que, cuando alguien las rechaza, ellas les dicen: “Luego no diga ‘nunca me han encuestado’”.
La labor del encuestador requiere dedicación, paciencia y resiliencia. Es un oficio que combina precisión técnica, habilidades sociales y la capacidad de adaptarse a contextos diversos, desafiantes e impredecibles. Detrás de cada cifra hay historias, esfuerzos y una entrega que muchas veces pasa desapercibida. Reconocer el valor de esta actividad no es solo una cuestión de justicia para quienes la desempeñan, sino también un recordatorio de que, en cada ocupación, existe un compromiso humano que merece respeto y apreciación.
Fuente: El Comercio – Urpi Torrado es CEO de Datum Internacional