“Va a llegar un momento en que el ocultamiento de datos e incidencias hacia adentro y hacia afuera va a explotar”.
Algo muy grave puede estar incubándose en la Presidencia de la República respecto de la información de Gobierno y Estado que oculta hacia afuera y de la información sobre ambos niveles que la mandataria recibe hacia adentro de los servicios de inteligencia y de seguridad del Estado.
La presidenta Dina Boluarte no sabe sobre qué bomba de tiempo puede estar hoy sentada como años atrás lo estuvo Alberto Fujimori, mientras que su asesor de inteligencia Vladimiro Montesinos le aseguraba tener todo bajo control y su manejo de la prensa servil de entonces le daba la impresión de una relación perfecta con los medios.
Ante la actual situación complicada de Estados Unidos frente a Irán, el presidente Donald Trump, aparentemente autoritario, es consciente de que no puede dejar de informar directamente a la prensa sobre las decisiones que toma en el tratamiento del tema.
La presidenta peruana, Dina Boluarte, aparentemente demócrata, es probablemente consciente de que hace muy mal en no tener contacto directo con la prensa, es decir con el derecho ciudadano a conocer cómo se manejan los asuntos de Gobierno y Estado, pero ello no parece importarle en absoluto.
La diferencia entre ambos comportamientos radica en que el ocultamiento de información pública en Estados Unidos tiene sanciones y penalidades muy graves, mientras que en el Perú es un deber tan discrecional y relajado en manos de los mandatarios de turno, que termina siendo parte de la estructura de impunidad que caracteriza al sistema.
Lo cierto es que estamos a poco más de un año de la sucesión constitucional en el Perú y lo que viene pasando en el interior del gobierno, sobre quién dice qué a la presidenta –en sus servicios de inteligencia–, adolece de total transparencia, y lo mismo ocurre sobre quién dice qué a la presidenta –en el caso de sus asesores de prensa–.
Va a llegar un momento en el que, por alguna grave filtración de información, el ocultamiento de datos e incidencias hacia adentro y hacia afuera va a explotar, sin que la presidenta pueda tener tiempo para reaccionar, como pasó con Fujimori a la hora de enterarse de los ‘vladivideos’ que trajeron abajo su gobierno en 24 horas.
En un sistema político tan desestructurado e inestable históricamente como el nuestro, no sabemos lo que pueda pasar esta misma mañana en la que los lectores de esta columna se encuentran con los sucesos del día y lo que pueda pasar por la noche, cuando, como días atrás, terminamos los peruanos, en un hecho sin precedentes, con dos fiscales de la Nación, en un entrampamiento jurídico que solo se ha resuelto parcialmente.
Tal como está manejando las cosas, a la presidenta Boluarte –con los asuntos de inteligencia y de información pública a media luz o a plena oscuridad, incluida la secretaría de prensa de Palacio de Gobierno y la gerencia y operaciones del Instituto de Radio y Televisión del Perú (IRTP)– la bomba de tiempo política que la hará volar del sillón de mando no tiene ni siquiera detonador o interruptor visible.
Fuente: El Comercio – Juan Paredes Castro es periodista y escritor