La congresista Digna Calle lleva más de cuatro meses fuera del país, alejada de sus obligaciones parlamentarias.
La actual representación nacional es una inagotable fuente de sorpresas; la mayoría de ellas, ingratas. Este domingo, el programa periodístico “Cuarto poder” hizo una revelación desconcertante: la congresista Digna Calle (Podemos Perú) viajó a los Estados Unidos el 20 de enero pasado y todavía no regresa. Es decir, lleva más de cuatro meses y una semana fuera del país y, en consecuencia, no cumple con la mayoría de sus obligaciones parlamentarias.
En efecto, ella no asiste al pleno de los jueves, no concurre a las reuniones de las comisiones a las que pertenece y no está en contacto con sus votantes durante las semanas de representación. Solo participa virtualmente de los plenos de los miércoles, porque son semipresenciales. Es verdad que tiempo atrás pidió licencia y que ha solicitado que no se le abone su sueldo, pero eso no cambia mucho la figura. Al presentarse en las elecciones y pedirles el voto a los ciudadanos, ella se comprometió con estos a ser su voz en el Congreso en todas las circunstancias que hicieran falta y eso, ciertamente, no está ocurriendo. En la práctica, la señora Calle está viviendo en Estados Unidos y su actitud general transmite la sensación de que, para ella, la responsabilidad política que asumió tras los comicios del 2021 es una rémora de la que preferiría deshacerse.
Tan temprano como en setiembre del año en que fue elegida, ella y su esposo compraron una vivienda en Florida (que luego vendieron) y, a partir de entonces, sus viajes y sus estadías en ese lugar se hicieron más frecuentes. Ahora, simplemente, daría la impresión de ya haberse instalado allí de manera definitiva, a tal punto que hasta sus menores hijos viven en la citada localidad. No es de extrañar, por eso, que la legisladora haya sido una empedernida impulsora del adelanto de elecciones y que, en febrero de este año, hasta renunciase a la segunda vicepresidencia de la Mesa Directiva del Congreso argumentando que lo hacía en protesta por el hecho de que el referido planteamiento no tenía visos de ser aprobado.
Si la renuncia al cargo fuera posible, quizás ya lo habría hecho (de hecho, ella presentó en diciembre un proyecto de reforma constitucional para permitir esta figura, aunque las expectativas de que sus colegas vayan a apoyar un empeño así parecen nulas), pero la persistencia de su distante aliento a algunas de sus iniciativas legislativas (la liberación de 4 UIT de los fondos de las AFP, la creación de la policía municipal y otros) sugiere que acaso el limbo en el que se encuentra constituya para ella la situación perfecta.
Lo más pasmoso de todo, por otra parte, es que la situación no parece llamar la atención de nadie en el Parlamento. Si no fuera por la denuncia periodística de este domingo, es probable que nunca nos hubiéramos enterado de lo que venía sucediendo. Y lo mismo cabe decir del partido Podemos Perú, que no se hace problema con la forma esporádica y remota en que la legisladora –para la que pidió el voto dos años atrás– ejerce su función.
La congresista Calle puede tener razones válidas para querer migrar a otro país; hacerlo, después de todo, es un derecho que asiste a todo peruano. Como es obvio, sin embargo, tendría que haber pensado en sus prioridades antes de postular y pedirles su respaldo a los ciudadanos que le endosaron su voto, confiados en que ella sería consistente con lo ofrecido. Ahora, no obstante, es como si la parlamentaria hubiese colocado en su escaño uno de esos letreros que dicen: “Ausente por tiempo indefinido”, antes de marcharse y dejar a sus representados librados a su propia suerte. Una variante más del desdén con el que los actuales inquilinos del palacio de la plaza Bolívar tratan a los compatriotas que los pusieron donde están (o en este caso, más bien, donde tendrían que estar) y que se refleja en la devastadora desaprobación que reciben en las encuestas. La desvergüenza, por lo que parece, no tiene fin.
Fuente: El Comercio Editorial