El miércoles fue otro día de nuevos anuncios, declaraciones y creación de coaliciones, esta vez centrado en el sector del transporte, responsable de aproximadamente una cuarta parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).
Las emisiones del sector se han duplicado con creces desde 1970, y alrededor del 80% del aumento se debe a los vehículos de carretera. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) calcula que el sector del transporte mundial depende casi por completo de los combustibles fósiles.
Pero esto podría cambiar en los próximos decenios.
En la Conferencia sobre Cambio Climático, la COP26, más de cien gobiernos nacionales, ciudades, estados y grandes empresas han firmado la Declaración de Glasgow sobre automóviles y furgonetas con cero emisiones para poner fin a la venta de motores de combustión interna en 2035 y en los principales mercados del mundo en 2040. Al menos trece países se han comprometido también a acabar con la venta de vehículos pesados que utilizan combustibles fósiles para 2040.
Desde muchas ciudades, las iniciativas ya están en marcha, como en las ciudades latinoamericanas de Bogotá, Cuenca y Salvador, que tienen por objetivo conseguir flotas de transporte público de emisiones cero para 2035.
«El mensaje para los responsables de la toma de decisiones es: Tenemos que asegurarnos de que empezamos a normalizar que, para 2035, debemos dejar de vender coches de gasolina y diésel. Para los autobuses, será antes, 2030; el transporte pesado, puede tardar algo más, 2040. La cuestión es acostumbrarse a la idea de tener un calendario para poder pasar a opciones de cero emisiones en todas las áreas. Esto no es sólo para los mercados avanzados de los países en desarrollo, sino también para las economías en vías de desarrollo, porque sabemos que la peor contaminación está allí», dijo Mónica Araya, de la iniciativa mundial Drive Electric Campaign.
Araya lo ha dejado muy claro: durante la transición, los países en desarrollo no pueden convertirse en el vertedero de la vieja tecnología de los más ricos, sino que deben ser vistos como impulsores del gran cambio.
«Crecí en Costa Rica. Recuerdo que iba a la escuela en un autobús de tercera mano importado de Estados Unidos. Esa experiencia ha marcado gran parte de mi pensamiento en torno a esta transición. Sé que, por un lado, tenemos que asegurarnos de transformar los grandes mercados que producen camiones, autobuses, coches, (pero también) tenemos que activar los cambios en esos mercados para que haya un efecto dominó», explicó.
Fuente: ONU