«Cómo debe responder el pueblo? En las próximas elecciones, la única respuesta posible para recuperar una democracia rota (con ocho presidentes en nueve años) es que seamos uno tras esta consigna: #PorEstosNo»
¿Por qué el Congreso se deshizo de Dina Boluarte en menos de 24 horas? El análisis de los hechos está llevando a una confusión entre la causa y el pretexto usado. Nadie, que no esté ciego y no sea un sobón de la expresidenta, puede dudar que la ola criminal que sufre el país no hace, sino crecer en número de víctimas. Un ataque con ametralladora a los músicos de la Orquesta Agua Marina, en pleno espectáculo colmado de asistencia, es un hito, un peldaño más, en la escalera hacia el abismo delincuencial al que se ha sometido al Perú, causado por la pésima gestión de Boluarte. Sin embargo, ese es el pretexto de su destitución. No la causa.
Lo que vimos el jueves, a una velocidad vertiginosa, es un pleito entre las cuatro familias que controlan el poder. De un lado, los Luna y López Aliaga leen, en el rechazo de la población al poder político, que sus posibilidades electorales se les escurren de entre los dedos. Todos los analistas consultados les deben haber contestado lo mismo: deben alejarse de la presidenta que tiene 95 % de rechazo. Mientras que los electores perciban, correctamente, que son sus aliados, no van a pasar ni el 5 % de la valla electoral.
Los Fujimori, los Acuña y los Cerrón no tenían la misma urgente lectura. Creían que mantener a Dina todavía les daba algún valor. De un lado, controlar ministerios, violar la neutralidad electoral y tener a un Ejecutivo dispuesto a promulgar lo que le pida el Congreso. De otro lado, decían defender la “estabilidad política” como valor a mostrar en campaña. Como se ve, no era mucho, más aún si se considera que este 13 de octubre los ministros de APP iban a renunciar para ser candidatos.
La jugada del jueves de Luna y López Aliaga lo que buscaba era, aliándose con la izquierda (sin los Cerrón), lograr que se admita a trámite una moción de vacancia. Nada más. La idea, si no se lograban los votos, era dejar fuera de juego a Fujimori y a Acuña, con el estigma de “aliados” de la incompetente presidenta. No tenían nada que perder y mucho por ganar. El éxito era, si no se le vacaba, aniquilar a los competidores. Nada mal.
Fujimori, con Galarreta y Torres como sus operadores políticos, entendió el juego y pateó para adelante. Su comunicado del jueves en la tarde no responde a una evaluación de la tragedia delictiva que vivimos. Es una respuesta rápida a una jugada política. Acuña, traidor de todos sus aliados, se sumó al final. No le quedaba otra. Al final de la noche, nadie estaba fuera de la foto. Se vacó a Dina por unanimidad. Dejaron algo en claro: en esto, todos son lo mismo.
¿Ganaron López Aliaga y Luna la partida? No. Ni remotamente. Hay varios hechos que lo confirman. Primero, no pueden engañar a nadie. Durante los últimos tres años han sido parte del mismo soporte que mantuvo a Boluarte en el poder. Se han presentado al menos siete intentos de vacancia. Ninguno prosperó. Cincuenta muertos, relojes Rolex, cirugías clandestinas, el cofre. Nada importó. En todos esos casos las familias fueron una coalición de facto, imperfecta, con intereses contrapuestos, pero votando juntas. Evitar una anticipada disolución del Congreso y su consiguiente convocatoria a elecciones fue el único punto de agenda. No les ha interesado otra cosa que no sea el poder por el poder.
El segundo hecho es la unidad del Congreso y Ejecutivo para dar leyes a favor de su propia impunidad. Esto ha favorecido al crimen organizado y es causa directa, entre otras, de su exponencial crecimiento. No hemos escuchado, desde el pacto de facto, ni una sola voz planteando la derogatoria de las leyes procrimen. El tercer hecho puede ser anecdótico, pero real. Ninguno quiere ser Phillip Butters saliendo de Radio La Decana en Juliaca. El sur los aborrece y tienen que hacer algo al respecto. El problema es que sus discursos de alabanza a la muerte están demasiado frescos como para ser olvidados. Ni sacando a Dina les va a funcionar.
Los rápidos reflejos de los Fujimori, Acuña y Cerrón no pudieron resolver un problema central la noche del jueves: ¿Quién quiere ser presidente? Sorprendidos, los Luna y López Aliaga no lo habían ni siquiera considerado. Voluntarios, sobraron. Jerí no quiso renunciar y se buscó censurarlo. Se quedó por los votos de los Fujimori y los Acuña. Es hechura directa de ellos. No tenían claro el panorama, no habían tenido tiempo para negociar. Como ya lo habían respaldado como presidente del Congreso y ante el horizonte electoral, donde ocupar la presidencia es quemar a tu candidato, fue la única opción. La improvisación fue absoluta.
Fuente: La República – Rosa María Palacios periodista y abogada.