Como presidenta de la Comisión de Cambio Climático, me preocupa profundamente la situación actual en la que se encuentra la agricultura peruana y su impacto en la economía del país, especialmente en las regiones del norte y sur, a la luz de las manifestaciones recurrentes del cambio climático, como el fenómeno El Niño.
Los recientes informes, incluyendo los datos proporcionados por el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), pintan un cuadro preocupante que merece nuestra atención inmediata y acción concertada.
La proyección del crecimiento económico y sus causas:
Como señaló el BCRP en su informe, la proyección de crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) para el 2023 se ha reducido drásticamente, pasando de un 2,2 % estimado a tan solo un 0,9 %. Esto no es simplemente una cifra en un informe; es un reflejo de las luchas y desafíos que enfrentan nuestros agricultores, empresas y comunidades en todo el país. Y las causas detrás de esta disminución son claras.
Primero, el efecto de El Niño costero ha demostrado ser un factor significativo. Las sequías en el sur y las afectaciones a la agricultura y pesca en el norte han tenido un impacto devastador en nuestra economía agrícola y pesquera, que ha llevado a una contracción del 2.0 % y 27 %, respectivamente. Además, la baja confianza del consumidor y del sector empresarial ha llevado a una demanda interna débil, lo que agrava aún más la situación.
Es en este punto donde debemos abordar la falta de una política preventiva de adaptación al cambio climático tanto del Estado como del sector privado. El cambio climático no es un problema futuro, es una realidad actual que estamos viviendo. Necesitamos una respuesta proactiva y coordinada.
Por un lado, el Estado debe fortalecer su capacidad para anticipar y gestionar los impactos del cambio climático. Esto incluye la promoción de prácticas agrícolas sostenibles, la inversión en infraestructura resiliente al clima y la facilitación de la adopción de tecnologías que mejoren la resiliencia de nuestros agricultores.
Por otro lado, el sector privado tiene un papel fundamental en esta ecuación. Las empresas y productores en general deben integrar prácticas sostenibles en sus operaciones y considerar el impacto climático en sus estrategias comerciales. Esto incluye la promoción de la adopción de variedades de cultivos resistentes a la sequía y la búsqueda de soluciones innovadoras para abordar los desafíos del cambio climático.
Alternativas de solución y colaboración multisectorial:
Para superar esta crisis, debemos fomentar la colaboración multisectorial. El Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) desempeña un papel esencial en la investigación y la transferencia de tecnología en el ámbito del cambio climático. Sin embargo, se requiere un mayor apoyo y recursos para que el INIA pueda cumplir eficazmente su misión.
Es fundamental que el Estado y el sector privado trabajen juntos en la promoción de la resiliencia climática en la agricultura. Esto incluye el fomento de la adopción de tecnologías agrícolas avanzadas, la gestión adecuada del agua y la conservación del suelo, así como la promoción de la agricultura de precisión.
En resumen, la falta de una política preventiva de adaptación al cambio climático de parte del Estado y del sector privado ante las manifestaciones recurrentes del cambio climático, como El Niño, está teniendo un impacto nocivo en la economía agrícola peruana y, por ende, en la economía del país.
Es hora de actuar con decisión y responsabilidad. Debemos invertir en la resiliencia climática, promover prácticas sostenibles y fomentar la colaboración entre todas las partes interesadas. El futuro de nuestra agricultura y de nuestras comunidades depende de nuestra capacidad para abordar este desafío con determinación y visión a largo plazo. El tiempo de la inacción ha quedado atrás; el momento de actuar es ahora.
Escribe: Magaly Ruiz Rodríguez Congresista de la República / presidenta de la Comisión de Cambio Climático