“La impunidad comparte curul con el poder, mientras los peruanos intentan sobrevivir en un país con un modelo que posee virtudes, pero cuyo sistema político está deteriorado”.
Excentricidades como legislar a distancia o excesos como “mochar los sueldos”. El Congreso elegido para este período nos brinda semana a semana nuevas historias que contar a los ciudadanos en quienes crece la desafección política. El escándalo es la normalidad en la institución más poderosa (Encuesta del Poder 2023 de Ipsos para “Semana Económica”).
Por un lado, el poder de este Congreso percibido por los encuestados tiene asidero en la relación “cordial” que mantiene el Legislativo con el Ejecutivo. El primero representa el pilar de donde se sostiene –aferra– el binomio Boluarte-Otárola. En buena cuenta, lo que sugiere esta percepción es la subordinación de la presidencia al Congreso.
Hay otro poder ejercido por el Congreso, el inherente a sus funciones y que pende como una espada de Damocles perturbando constantemente la productividad, la meritocracia, el sistema de justicia, la educación, entre otros. La producción legislativa, como analizó hace unas semanas el periodista Martin Hidalgo, resulta antitécnica y carente de calidad. Las voces populistas –como la que propone un séptimo retiro de los fondos de pensiones– son irresponsables y juegan con las expectativas de una población urgida de cubrir sus necesidades básicas, pero que eventualmente verán las brechas agudizadas.
Lejos de la encuesta realizada a líderes de opinión y tomadores de decisiones, existe una muestra representativa de ciudadanos que desaprueban con un 81 % a este Congreso (Ipsos–setiembre). Son ciudadanos a quienes les llegan diariamente los ecos de las noticias que invaden las páginas políticas: el blindaje de la Comisión de Ética al presidente del Legislativo, Alejandro Soto; el paseo de los congresistas –todo incluido– a Moscú y su visita al autócrata Vladimir Putin; los conciertos de la legisladora Cheryl Trigozo y el supuesto uso de su asesor –pagado con dinero de los peruanos– como manager; el favorecimiento de la congresista Edhit Julón a la gestión municipal de su pareja, son los últimos titulares que se unen a un largo etcétera que pretende llevarnos al 2026.
La impunidad comparte curul con el poder, mientras los peruanos intentan sobrevivir en un país con un modelo que posee virtudes, pero cuyo sistema político está deteriorado. El riesgo en el que nos pone el actual Congreso es enorme. Tal y como lo ha vaticinado el historiador Raúl Asensio –al comentar la reciente encuesta del IEP que revela las altas intenciones de muchos jóvenes de dejar el país–, esta es una bomba de tiempo que puede explotar en cualquier momento.
Sin embargo, hay agendas personales, favores que devolver, bolsillos que satisfacer, así como poderes ilegales e informales que buscan filtrarse en la política y, ¿por qué no?, mantener la pequeñez de un poder efímero que los hace sentirse intocables.
Fuente: El Comercio – Mabel Huertas periodista