Si las encuestas aciertan, el expresidente de izquierda estaría muy cerca de ganar este domingo las elecciones en primera vuelta. Pero las sospechas de fraude que Jair Bolsonaro ha sembrado en el proceso pueden polarizar aún más a un país extremadamente dividido.
Cuando en abril del 2018, Luiz Inácio Lula da Silva fue recluido en la cárcel de Curitiba, muchos pensaron que se escribía el capítulo final de la agitada trayectoria política del expresidente de Brasil. El mega escándalo de corrupción que involucró a Petrobras y cuyos tentáculos se esparcieron por todo el continente mellaron duramente su figura, y el rechazo que generaba él y el Partido de los Trabajadores (PT) en una parte importante de los brasileños desembocó en la llegada al poder del ultraderechista Jair Bolsonaro.
Pero como la vida no cesa de dar giros, y la política nunca deja de sorprender, Lula ahora está a punto de alistar un nuevo regreso a la presidencia, y de una manera contundente.
Si se mantiene la tendencia de las encuestas (según Datafolha está muy cerca del 50% de votos válidos, mientras que Bolsonaro suma 36%), el histórico líder izquierdista y dos veces presidente de Brasil podría ganar este 2 de octubre en primera vuelta y asestar una dura derrota a Bolsonaro, quien postuló a la reelección bajo el mismo lema conservador “Dios, Patria y Familia”.
Esta elección es fundamental para los brasileños, que han vivido una campaña extremadamente polarizada, donde los protagonistas han sido dos de los personajes que generan más amor y odio en el país.
Pero también es la muestra de cómo el presidente Bolsonaro no supo capitalizar sus años de gestión, alentando solo a su base incondicional, pero sin dar chance a ese electorado de centro, que ha inclinado la balanza a favor de Lula.
Su gestión de la pandemia y la economía -que en los últimos meses ha mostrado recuperación, aunque insuficiente para mitigar el descontento de la población- es lo que más le ha pasado factura al mandatario.
Así, pese a la inmensa mochila con las denuncias de corrupción que carga el PT, los brasileños estarían prefiriendo al expresidente antes de renovarle la confianza a Bolsonaro.
“La corrupción fue el tema más importante en las elecciones de hace cuatro años, cuando Bolsonaro fue elegido”, explica a El Comercio el politólogo brasileño Mauricio Santoro, profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, quien recuerda que entonces las implicancias de la Operación Lava Jato estaban muy presentes en la mente de los ciudadanos. “Ni Lula ni la izquierda han querido ahora tocar mucho el tema de la corrupción porque les podía traer riesgos, ni siquiera para poner presión contra Bolsonaro, que también tiene problemas en ese aspecto. El presidente sí lo ha hecho, pero sin muchos resultados”, agrega.
“Lula ha puesto sus esfuerzos en presentarse como un moderado que puede unir al país. Por eso eligió como su candidato a la vicepresidencia a Geraldo Alckmin, un político de centro derecha que fue su rival en las elecciones del 2006″, expresa desde Sao Paulo Leandro Lima, analista de la consultora de riesgo político Control Risks.
Y es que esta vez la situación de la economía ha sido el eje de la campaña, y Lula ha sabido aprovechar el recuerdo del crecimiento durante sus dos gestiones (2003-2010), cuando 29 millones de brasileños salieron de la pobreza gracias a sus programas sociales.
“Todo se ha centrado en la economía, en la gente que no tiene trabajo y pasa hambre. Entonces Lula se ha enfocado en los años en que estuvo al frente del gobierno cuando la economía estaba bien, la gente tenía más dinero y había una situación más confortable en términos sociales y económicos”, añade Santoro.
Lima señala: “En Brasil hay un descontento socioeconómico muy importante, tanto por la inflación como por el rechazo a cómo Bolsonaro gestionó la pandemia. Además, hay acusaciones de corrupción contra sus hijos y de algunas figuras importantes de su gobierno, y aunque Bolsonaro ha intentado poner en el debate los casos de corrupción del gobierno de Lula, que fueron muy importantes e impactantes, el malestar social y económico es lo que ha prevalecido en el debate”.
La estrategia de la felicidad
La campaña de Lula optó por un mensaje más positivo, sabiendo que al frente tenía a Bolsonaro, un excapitán del Ejército que no tiene pelos en la lengua, pero cuyos dardos también se convirtieron en un búmeran -como la ‘gripesinha’ del Covid-19-.
Así, apelando a la nostalgia, sus lemas han sido “Sin medio a ser feliz” y “Brasil feliz de nuevo”.
“No solo está la memoria del crecimiento económico. Lula ha optado por un modelo de hacer política muy basado en la emoción, y eso tiene fuerza en Brasil, porque del otro lado tenemos a Bolsonaro, alguien que puede ser muy frío en sus relaciones con la gente y en su reacción al sufrimiento. Entonces, está Lula que llora y que ríe, y eso tiene mucha influencia en los brasileños”, remarca Santoro.
¿Temor a un golpe?
Si los resultados son tan contundentes como se prevé, o si incluso se fuerza una segunda vuelta, Bolsonaro se ha encargado de preparar el terreno desde hace meses para sembrar dudas sobre los resultados, cuestionando el sistema electrónico de votación, utilizado en Brasil desde los años 90 y que nunca ha sido objeto de cuestionamiento.
Por eso, la incertidumbre está al tope sobre lo que puede pasar después del domingo. ¿El presidente aceptará tranquilamente la derrota?
Bolsonaro se ha enfrentado abiertamente a la Corte Suprema y al Tribunal Superior Electoral, y sabe que sus seguidores son incondicionales y, dado el ambiente de polarización, podrían emular una toma del Capitolio, como la que ocurrió el 6 de enero del 2021 en Estados Unidos.
“Hay una posibilidad de que vayamos a enfrentar e Brasil un riesgo muy parecido, quizá un ataque a la Corte Suprema. Y es una preocupación porque Bolsonaro, a diferencia de Donald Trump, tiene mucho apoyo entre los militares y policías, sobre todo los militares de bajo rango, que son el corazón de la influencia política del presidente”, señala Santoro. Sin embargo, añade que también hay un escenario de mucha presión internacional hacia el Gobierno Brasileño, pues un quiebre de la democracia sería algo inaceptable y dejaría al país aislado. “Esto es muy importante para comprender lo que van a hacer las élites económicas y políticas en las próximas semanas, porque si Bolsonaro intenta este tipo de reacción no va a lograr mucho apoyo en las élites”.
Pese a esta incertidumbre, Lima señala que el escenario de un golpe no sería probable. “Sí puede aumentar el nivel de inestabilidad política, pero no es probable algún tipo de intento de golpe militar o movilización de las fuerzas armadas. Bolsonaro sabe que no tiene la fuerza institucional suficiente para promover un tipo de golpe, y para convencer a las fuerzas armadas de que intervengan a su favor. Es cierto que los militares han sido beneficiados por el actual gobierno, pero tampoco tienen estímulo suficiente para poner en riesgo su reputación”.
Con todos estos ingredientes, estas elecciones tienen en vilo a los brasileños y a toda Latinoamérica, que podría volver a ver pronto a un viejo conocido que sabe que, de ganar, no solo podrá gobernar basado en la nostalgia.
Fuente: El Comercio