Con esta procesión culminó la Semana Santa en dicha región, que atrajo a numerosos visitantes.
“Venimos a ganarnos el sitio”. A las 03:00 horas, con el aliento de la noche de eterna parranda -la mayoría-, los cargadores se santiguan, entran a la catedral de Ayacucho, buscan su lugar en los brazos de eucalipto de la colosal anda. Se apretujan, porque son muchos los que quieren poner el hombro. Aprovecharán para darle una pestañeada y reunir energías que necesitarán de sobra.
El Señor de Resurrección, níveo y bondadoso como los cielos eternos, desde lo alto de su trono, parece esperar que todos los cargadores tomen sus lugares.
En sus entrañas, bajo ese gran ropaje de velas, de adornos de maíces y flores hechos con arte de cerería, que van subiendo en pirámide trunca hasta la figura del Redentor, adentro, decíamos, un hombre se encargará de bajar la imagen a la hora de cruzar del dintel de la entrada principal del templo e inmediatamente la volverá a encumbrarla en medio de las palmas de los feligreses, que se han dado cita de madrugada en los alrededores de la plaza Mayor de Ayacucho.
Las gargantas de los cargadores irán afinando estas frases para darse fuerzas, tres veces siempre, que como una ola enérgica, recorrerá el perímetro de las andas, ¡sí se puede!, ¡Jesús, dame fuerza!, ¡Cristo, vive!
“Estamos cargando por la fe”. “Acá no hay hermandad. Acá los que cargamos somos el pueblo; somos fieles al Señor de la Resurrección. Descansamos bien y venimos a cargar esta procesión que es tan importante para nosotros, los huamanguinos”, precisan a las 03:30 horas.
José Luis Morote suma 10 años cargando las andas. Cenó y descansó temprano para venir ponerse a disposición de la fe esta madrugada de domingo. Sus hermanos y primos también, en algún momento, cargaron las andas del Cristo de la Resurrección.
El año pasado como otros cargadores tradicionales, solo participó de la misa: el Señor de la Resurrección estuvo entronado pero no salió de la catedral en procesión por la pandemia.
Viene gente de todo el Perú a cargar la procesión. Algunos han hecho amistad cargando el anda. ¿Hay técnica, disciplina alguna? Solo tener fe para cargar las andas del Señor, dicen casi en unísono los 500 que se necesitarán.
Así de afinados deben de ser los serafines, uno piensa cuando escucha al coro de la Basílica Catedral de Ayacucho. Afuera, a las 04:00 horas, desde el atrio hacia la plaza Sucre, los parlantes repiten el “Apuyaya Jesucristo”. El arzobispo de la ciudad, Salvador Piñeiro, dirige la misa desde la nave central de la catedral.
Marco Zúñiga tiene 27 años, es de Andahuaylas. Llegó a trabajar a Ayacucho hace un año cuando su alcalde de la municipalidad Andrés Avelino Cáceres, Alcides Ñaña, tomó la mayordomía de la Pascua de Resurrección. Y con sus compañeros están en todas las actividades desde el Domingo de Ramos. Ahora le toca cargar.
Repiten, la única receta plausible para cargar es la fe. Primera vez también que Franz Larragán, limeño mazamorrero de 27 años, presta sus hombros a las andas de la imagen tradicional del Domingo de Resurrección. A él lo animó su tío, que es de Ayacucho, ha venido a pasar la Semana Santa en Ayacucho por primera vez. Franz lo hace para que el Señor derrame su bendición sobre su familia y sus amigos.
A las 04:50 horas, uno de los diez hijos de don Víctor Hurtado -quien desde hace 51 años se encarga de confeccionar y vestir estas andas colosales – se encarga de ir apagando las velas de los cuatro costados de la pirámide blanca. Las palabras fuerza que se dan los cargadores se van haciendo más constantes.
Monseñor Piñeira ha recordado en su homilía al Papa Francisco, quien durante el Domingo de Ramos se mostró preocupado por la difícil situación política del Perú. El religioso ha pedido que no reine el odio entre los peruanos. Piñeira da la bendición y el mar humano comienza a salir a la cola.
¡Las mujeres no cargan!, le espeta una señora a la chica, que se llama Miriam Figueroa, que tiene 26 años y es un lunar: es la única mujer que se atreve a ser cargadora. ¿Por qué una ayacuchana no puede cargar el anda?, grita Miriam en castellano y luego en quechua. Ninguna otra mujer le refuta nada.
A las 5 de la mañana el primer castillo se enciende en el frontis, en el portal Municipal de la plaza mayor de Ayacucho. Comienza a conocerse al guerrazo y a gritos, cómo serán las órdenes, los pitazos servirán para guiarse a los novatos cargadores.
Doña Miriam Salcedo, que aquí ha presenciado tantas procesiones del Señor de la Resurrección, se extraña de que este 2022, que retorna la tradición, no se vea a los campesinos quienes siempre venían desde los pueblos y anexos para esta festividad a quitarse las andas cumpliendo promesas. Ellos, que saben de cargar sacos de papas, habas, tienen la técnica correcta para cargar la imagen y el Cristo avanza ligero.
Por eso no se extrañará del sobretiempo, de los casi diez minutos que les toma sacar las andas del corazón de la catedral hacia el atrio y de ahí, bajarlo por las escaleras para hacer el recorrido en el perímetro de la plaza Sucre.
¡Avanza, oe!, pitazos, órdenes, el griterío es un vigorizante poderoso para los cargadores, mejor que la maca. Cuando el Señor de la Resurrección sale, tañen largamente las campanas de la catedral. Lo reciben una lluvia de pétalos de rosa, una corona de drones y los bombazos de los fuegos artificiales.
A las 05:42 horas, el alumbrado público se apaga automáticamente. Seis minutos después mientras las andas se ladean a su paso, clarea completamente el día.
En el portal Unión, el Señor de la Resurrección se ha encontrado con la virgen María, que llega brevemente en una pequeña anda, también ataviada de velas y albo.
¡Cinco, cuatro, tres, dos, uno, avancen! A las 06:35 horas, la imagen da la vuelta lentamente a la plaza. En cada esquina, los castillos dan la bienvenida a la Pascua de Resurrección. Literalmente, los cargadores caen rendidos por tamaño esfuerzo. La luna se dibuja gigante antes de despedirse.
Los policías retiran a los caídos. Son reemplazados por otros envalentonados por la fe, novatos en estas lides, pero con una energía que no deja lugar a dudas: estamos frente a un Cristo del pueblo, hecho de brazos. La fe es lo más grande, dice con justicia un carismático futbolista jubilado.
Nerviosismo y lágrimas caen de los huamanguinos, este recorrido- ya son las 06:42 hora- ha demorado mucho. Hace 12 minutos que ya debió empezar la misa que ofrece desde el atrio el arzobispo. La tradición también tiene horario.
Los cargadores han intentado varias veces, ¡cinco, cuatro, tres, dos, uno, avancen! Y parece que no podrán subir las andas que se inclinan para un lado, para el otro. Lágrimas. No lo harán. Otros, tranquilos, saben lo de la fe. Finalmente, los aplausos llegan cuando el elenco de docenas de hombres logra la meta, depositan en el atrio la imagen en su trono titánico. Entonces suena el Himno Nacional del Perú, el monseñor Piñeira inicia la misa. Vuelve la fe. Bendiciones. El Señor de la Resurrección vuelve al interior de la Catedral. La Semana Santa de Ayacucho ha terminado.
Fuente: Andina – José Vadillo Vila / Fotos: Carla Patiño