“Señora Boluarte, solo me queda decirle que no gobernó con la firmeza con la que escribe”.
Si algo quiero a través de estas líneas es darle realidad a una columna que solo reafirma por qué, y me dirijo a la señora Boluarte, fue vacada.
Además de mantener vigente un registro que valide por qué la historia debe recordarla no como usted pretende, sino a través de los hechos en un contexto que espero no nos coloque a alguien igual o peor que lo que usted representó durante este quinquenio.
Usted acompañó la plancha presidencial del hoy condenado y preso Pedro Castillo, y contribuyó también a devastar un país que, como bien dice Alberto Vergara, se sostiene por el desinterés político, la desconfianza social y el rencor histórico.
Tres elementos que Perú Libre, incluida usted, supieron capitalizar con: “no más pobres en un país de ricos”. ¿Recuerda?
La soledad apócrifa que señala fue consecuente a su no renuncia. Y ahí decidió cogobernar. Usted pactó con el Congreso más impopular de la historia.
Aunque siempre necesitó más, necesitaba contención y ahí estuvo su hermano, Nicanor Boluarte, y los “waykis en la sombra”, disputándose el mando con Alberto “cuando te dejas ver” Otárola y así hasta el más acérrimo y ferviente defensor que iba y venía con cargos inventados, Juan José Santivañez.
No nos engañemos, señora Dina. La figura presidencial está tan venida a menos que en nuestro país, lamentablemente, llegar no es lo difícil. Lo retador es mantener los ideales y no renunciar a sus principios, algo que usted no pudo.
No le permito que siga usando a nuestro género para justificar la ausencia de autocrítica frente a sus errores, incluso hoy, lejos de Palacio.
Usted nos restregó la frivolidad como su sello. ¿Quién no le permitió ser vulnerable? ¿Acaso la muerte no era suficiente motivo para serlo?
Usted traicionó su propia identidad. Juró en nombre de una reivindicación como guion de campaña, pero cuando tuvo oportunidad se llenó las muñecas de Rolex, se hizo cirugías plásticas, subió el sueldo y se paseó por el mundo cuando aquí los diez soles para el menú de tres tiempos diarios no alcanzaban.
Risible su ingenuidad política. Habla usted de la traición como el episodio más doloroso que afrontó. ¿Qué le duele? ¿Que la emboscaran por haber dejado la presidencia acéfala por un retoque de nariz y papada?
Por cliché que parezca, ojalá haya entendido que las lealtades en la política de prebendas que usted sostuvo siempre tienen este final.
Final que le costó la vida a más de cinco mil peruanos, producto de la violencia e inseguridad ciudadana. El ministerio del Interior fue uno de los más volátiles durante este quinquenio. A eso agregue que usted permitió que se legisle a favor del crimen y que el Congreso menos técnico y más populista de la historia atente contra el propio MEF, derrochando alrededor de veinticinco mil millones de soles al año y embargando el futuro fiscal a costa de intereses propios.
Habiendo abordado cada punto de su columna, señora Boluarte, solo me queda decirle que no gobernó con la firmeza con la que escribe.
No le permito una novela turca más, no se lo permito.
Fuente: El Comercio – Claudia Chiroque es periodista y abogada
