“No basta construir bibliotecas. Es necesario fomentar su uso, crear estímulos, proteger estudio del bombardeo digital y promover clubes de lectura”.
En el Perú, el acceso al material bibliográfico ha dejado de ser un obstáculo estructural. Existen centenares de bibliotecas municipales, escolares y universitarias. Hoy, cualquier estudiante puede tener al alcance más de un libro. Sin embargo, son pocos los que los toman. Estudiantes que no estudian es el oxímoronico resumen de los preocupantes resultados PISA, donde el Perú sigue en últimos lugares globales. La edición (2022) muestra estancamiento considerando el entorno cultural y político.
El desinterés se refleja en bibliotecas vacías. La mayoría de estudiantes están inmersos en distracciones tecnológicas no reguladas: redes sociales, videojuegos y contenidos que fomentan consumo inmediato y dispersión. Esta sobreexposición compite con fomentar el hábito de lectura.
Países como China dan envidia: allí, el Gobierno no solo financia la educación, también la protege mediante acciones eficaces. En el Perú, el Estado carece de visión y brilla por inacción ante la degradación de la educación.
En el ámbito universitario, la demanda educativa es desproporcionada. El crecimiento cuantitativo ha superado al cualitativo. El foco institucional está en cuántos ingresan, no en cómo se forman.
El error del Estado ha sido concebir la educación como problema de acceso e infraestructura, cuando el verdadero desafío está en recuperar el pensamiento crítico. No basta construir bibliotecas. Es necesario fomentar su uso, crear estímulos, proteger estudio del bombardeo digital y promover clubes de lectura. La lectura debe convertirse en política pública.
Fuente: El Comercio – Traysy Mishell Ruiz Álvarez es estudiante de Derecho en la UTP.