“EsSalud es un monopolio legal. No compite, y por lo tanto no tiene incentivos para brindar un buen servicio”.
Anita tiene 75 años. Trabajó toda su vida en el sector privado formal y aportó puntualmente al seguro de salud del Estado. Hace seis meses le diagnosticaron artrosis. Como ya no tiene cartílago, necesita una prótesis de cadera. Desde entonces ha recorrido un laberinto burocrático absurdo: cita con medicina general, derivación a acupuntura; nueva cita con medicina general, envío a traumatología, radiografías, vuelta al general, otra vez al traumatólogo. Luego fue referida al hospital Rebagliati, donde el juego volvió a empezar: traumatología, radiología, neumología, laboratorio, neurocirugía. Pero no hay citas. Lleva un mes yendo todos los días a buscar una. La de cardiología está programada para el 3 de setiembre. El traumatólogo le ha dicho que, con suerte, podrá operarse en diciembre. Mientras tanto, vive con un bastón y con dolor.
EsSalud es el seguro de salud para los trabajadores formales en el Perú. Los empleadores están obligados por ley a aportar el 9 % del salario mensual de sus trabajadores para financiarlo. Uno de cada cuatro peruanos está afiliado, pero solo el 24 % se atiende efectivamente en sus centros. Peor aún: ocho de cada diez asegurados preferirían no hacerlo.
A Tania le detectaron cáncer en enero. Como la ecografía estaba programada para mayo y la biopsia para junio, decidió hacerse ambos estudios en consultorios privados. El 25 de mayo tuvo por fin su primera cita oncológica en EsSalud. Le pidieron repetir todos los exámenes porque, según la doctora, no eran válidos si no habían sido hechos en su hospital. Otro mes de espera. Y otro mes más para volver a oncología. Seguimos sin tratamiento. Tania está considerando renunciar a su trabajo solo para poder migrar al SIS y poder ser atendida en el INEN. Seis de cada diez trabajadores de EsSalud reconocen que se necesita “un trato más humano” con el paciente.
No se trata de casos aislados. Son síntomas de una enfermedad crónica. En los últimos cuatro años, EsSalud ha tenido ocho presidentes ejecutivos. El último duró apenas cuatro horas. La injerencia política y los enfrentamientos internos son conocidos, como las mafias del personal médico, los horarios no respetados y las derivaciones a consultorios privados. Nueve de cada diez trabajadores del propio sistema reconocen que la corrupción y el nombramiento de funcionarios sin idoneidad son los principales problemas de la institución. Y hay un dato que lo agrava todo: EsSalud es un monopolio legal. No compite, y por lo tanto no tiene incentivos para brindar un buen servicio.
EsSalud se financia principalmente con los aportes de los empleadores. Según Sunat, el 70 % de esos aportes proviene del sector privado. Es decir, las empresas financian la mayor parte del sistema, pero no participan ni en su diseño ni en su evaluación.
Si parte del desencanto con la democracia y con el sistema tiene que ver con la falta de acceso a servicios públicos de calidad, ¿no deberían los líderes empresariales comprometerse en asegurar que sus trabajadores tengan acceso efectivo a la salud? No faltan recursos. Lo que falta es voluntad. ¿No podríamos, por ejemplo, contratar a una consultora internacional de primer nivel, a través de los gremios empresariales, para que diseñe una reforma seria, técnica y viable? ¿No debería ser esto parte de una mesa de negociación entre el Gobierno y el sector privado?
Tal vez entonces Anita y Tania reciban el trato digno que merecen. Y tal vez así comencemos a cerrar la brecha de agravio que hoy sienten ocho de cada diez peruanos. Y, con suerte, a recuperar su confianza en el país.
Fuente: El Comercio – María Cecilia Villegas es CEO de Capitalismo Consciente Perú