“Si Boluarte los compró con el fruto de su trabajo de “30 años”, podrá fácilmente demostrarlo”.
Dina Boluarte huye. Huye de aquel país que quiere saber cómo obtuvo sus varios relojes de la marca Rolex.
Dina antes no era presidente. Boluarte antes no tenía Rolex. Ella accedió a la presidencia de la República. Accedió, al mismo tiempo, a sus relojes de lujo.
La fiscalía ha iniciado una investigación. No tendrá resultados ni efectos en el corto plazo. Lo sabe Boluarte, y por eso solo responderá, dice, ante el Ministerio Público.
El principal aliado del Gobierno, César Acuña, respondió por ella. Sostiene que la presidente ha trabajado más de 30 años “y posiblemente podría demostrar que lo que ha mostrado lo puede demostrar que son recursos ilícitos” (Canal N, 21 de marzo, 14:45, minuto 1:01).
El lapsus no es menor. El gobernador de La Libertad carece de capacidad expresiva. Eso no debe distraernos del mensaje pretendido: no investiguen sobre los relojes presidenciales.
Para Acuña, el trabajo del Congreso se debe reducir a facilitar leyes para que haya más escuelas, postas, carreteras, etc. La segunda función constitucional del Congreso es fiscalizar. Para Acuña eso no existe.
Los relojes Rolex no son cosa menor. Esos relojes se venden en joyerías. Cuestan en conjunto más de US$ 20.000.
Si Boluarte los compró con el fruto de su trabajo de “30 años”, podrá fácilmente demostrarlo. Debe hacerlo, porque, de lo contrario, es esconder ingresos y bienes suntuosos.
No se trata de cualquier persona. Se trata de un funcionario, de alguien que obtiene sus ingresos de los fondos públicos.
Hace poco tiempo, Dina Boluarte apoyaba sin condiciones al expresidente Pedro Castillo. A Castillo se le acusa no solo de decretar un golpe de Estado. También se le sindica como jefe de una organización criminal dedicada a robar.
“No le tengamos miedo a lo que el pueblo diga”, proclamaba Dina Boluarte cuando era ministro de Castillo (“El Peruano”, 25/4/22). Se refería al pedido de referéndum para una nueva Constitución.
Sabemos ahora que Castillo buscaba cambiar la Constitución para poder encubrir sus robos. No sabemos qué piensa ahora Boluarte sobre una nueva Constitución. Lo que sabemos es que ha mostrado signos exteriores de riqueza que no corresponden con sus ingresos.
Antes de acusar a la presidente Boluarte de cualquier cosa, pedimos una explicación. No solo ante la fiscalía, sino ante “el pueblo”, el pueblo al que ella pedía no tenerle miedo.
Fuente: El Comercio – Federico Salazar Periodista