Cuando la Constitución de 1823 establecía en su artículo 138° que en todas las poblaciones sea cual fuere su censo poblacional debían tener municipalidades. Y posteriormente, la Ley de Municipalidades, hiciera los cambios y ajustes pertinentes para contribuir a mejorar la calidad de vida de los habitantes de las diferentes jurisdicciones llámense capitales, distritos, centros poblados, no imaginaron que ello contribuiría -en muchos casos- a complicar la vida de los peruanos.
¿Pero cuál fue el espíritu que impulsó la descentralización de la administración del territorio nacional y la creación de los hoy Gobiernos locales? Sin duda fue el bienestar de los vecinos en el supuesto que las autoridades locales serían elegidas por moradores de cada localidad. Hasta ahí perfecto: buenas intenciones, búsqueda del mejor vecino, aquel que por estar más cerca debía conocer la problemática de su sector y armonizar las soluciones, pero en la práctica y con el devenir de los años, el bienestar vecinal, la mejor calidad de vida vecinal el progreso distrital, se quedó en el discurso, en la promesa de campaña y se constituyó en muchos casos: en una estafa electoral.
Hoy vemos en municipios provinciales, distritales y hasta en centros poblados, desidia, abandono, ausencia de gobernabilidad para enfrentar y solucionar problemas que forman parte de las principales obligaciones que deben cumplir alcaldes y regidores.
En lo simple del comentario, podríamos encontrar un hecho común: alcaldes y regidores que NO VIVEN EN EL LUGAR donde fueron elegidos, o se mudaron a zonas más confortables, ordenados y ni por ello tomaron el ejemplo para mejorar sus administraciones. Otros están más preocupados en la prebenda, en el negociado y luego en conseguir “expertos en cubrir los forados económicos que ocasionan y más tarde en huir de la Contraloría y de la prisión que les espera por sus actos ilícitos, delitos de función, abandono de obligaciones etc.
Pero, para el autobombo, para irrogarse títulos, para creerse alcaldes y regidores del Bicentenario, para ello sí hay tiempo, sin importar la indignación vecinal. Ahí están los alcaldes y regidores con la miopía que no les deja ver calles, parques y jardines insalubres en plena pandemia.
Esas autoridades municipales que no son asaltadas, robadas, agredidas por la delincuencia al contar con protección pagada por los contribuyentes, quieren ser “personajes del Bicentenario” sin tener conciencia que por sus gestiones no califican ni como autoridades de los inicios de la República, con el agregado que los primero alcaldes y regidores del Perú estaban constituidos por vecinos notables que no cobraban sueldos ni dietas y que llegaban al cargo exhibiendo demostrada voluntad de servicio.
Los títulos, los pergaminos, no se compran. El pueblo, los vecinos, la colectividad los dan GRATIS a las autoridades que se ganan la condecoración popular. El resto, los que juraron en vano gobernar para sus vecinos, vivirán en la frustración de sus electores y hasta en el desprecio ciudadano, cuando no en prisión por sus malas y delictivas gestiones en pleno bicentenario.
Escribe: Guillermo Avendaño Cavero – periodista