Un sistema que articule a los más diversos sectores
En la evaluación del desastre que ocurre en estos días en EE.UU., los expertos en políticas públicas señalan que una de las causas de la abrupta expansión del coronavirus, y de la lenta respuesta del Estado central y los estados federales, fue la división entre la salud pública y la salud privada, una división muy antigua en la potencia del norte. Pero nunca como hoy las corporaciones y los especialistas del sector privado se ven obligados a conversar con los directores y redes de hospitales, así como con los propios gobernantes de ese país.
Es algo que también viene ocurriendo en estos días en el Perú, aunque ya en años anteriores existían intermitentes intentos de acercamiento. Recuerdo que, en el año 2016, cuando el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski, propuso en su plan de gobierno un sistema articulado (entre Essalud, el MINSA y las clínicas privadas), diversos sectores, incluyendo los sindicalistas, saltaron hasta el techo, acusando al entonces mandatario de un intento controlista estatal, no solo sobre el sector privado sino también de Essalud. Pero el dramático impacto del Covid-19 ha venido a saldar esa polémica, y hoy nadie se atreve a cuestionar la concertación entre estos tres segmentos de la salud. Al contrario, muchos se preguntan ¿qué hubiera pasado si ese sistema de articulación hubiera estado funcionando óptimamente antes de la pandemia?
Ya en el ámbito de los teóricos de las políticas públicas, se venía reclamando, desde hace por lo menos dos décadas, esta articulación sistémica, no solo en la salud, sino en todos los ámbitos de las políticas públicas y en el ámbito regional, local, nacional sectorial, donde se requiere un tratamiento multidimensional de complejos problemas como la desnutrición, la violencia familiar o la baja productividad de nuestras empresas. Una de esas teorías era la que planteaba la urgencia de promover la “gobernanza multinivel”, una propuesta más avanzada de la “gobernanza” a secas, que ya se venía formulando desde hace casi 50 años.
Superando el modelo weberiano burocrático, normativo, uniforme y jerárquico; la gobernanza multinivel, tal como lo señala el español, Francesc Morata, supone la gestión compartida de la complejidad social. Requiere de capacidades para coordinar y gestionar una doble interacción: aquella vertical, entre niveles de gobierno, desde el local hasta el nivel nacional, pero también establecer permanentes relaciones horizontales. No solo donde varias administraciones o instituciones de varios segmentos participan en la definición de los problemas y la elaboración de soluciones, sino también entre actores no públicos, privado y sociales. Desde este punto de vista, la gobernanza multinivel expresa la interdependencia y la complementariedad entre la esfera pública, la esfera privada y los distintos ámbitos de la sociedad.
Este tipo de gobernanza, cuyo signo distintivo marcó desde el inicio la gestión del actual ministro de Salud, Víctor Zamora, empieza a tener cada vez más influencia, tanto en la gestión y el discurso del presidente Vizcarra, donde aparece como una apremiante necesidad en los gobiernos locales y regionales, como en las relaciones de diversos actores en los diferentes sectores ministeriales y hasta en los niveles más bajos del Estado y la sociedad. Esto se ha expresado en la conformación del Comando Covid-19, donde participan varios sectores, incluyendo el representante de las clínicas privadas. La convocatoria a diversos especialistas del ámbito de la epidemiología, infectología, estadística, de sistemas informáticos y de otros ámbitos, es un esfuerzo muy saludable que debe marcar la pauta de un estilo de gobierno hacia adelante. La interrogante que surge es, ¿porque los gobernadores regionales y los propios alcaldes no destacan por este tipo de iniciativas?
Las diversas sinergias que provienen de varios sectores, públicos y privados, y del ámbito de la comunidad científica peruana está logrando que en el sector salud empiece a realizarse lo que no se hizo en décadas, sentando las bases de una reforma del sistema, con un horizonte de corto, mediano y largo plazo. La propia concertación de universidades, Fuerzas Armadas, expertos en mecatrónica e ingeniería de sistemas, con el propósito de acelerar la fabricación de ventiladores mecánicos, son esfuerzos que deben tamizar esta gobernanza a nivel nacional.
El presidente Vizcarra podría ser más audaz en este enfoque de gobierno, irradiando a vastos sectores del Estado, la empresa privada, los trabajadores y el mundo de la academia. Por ejemplo, ¿por qué no convocar a los mejores economistas del Perú para crear consensos en torno a un programa ambicioso de relanzamiento de nuestra economía? ¿Por qué no hacerlo para hilvanar una emblemática reforma del sistema privado de pensiones, tanto privado como estatal? ¿Por qué no intentarlo para convocar a los gremios empresariales y de los trabajadores buscando puntos de acuerdo en torno a objetivos comunes que permitan reactivar las empresas, pero también proteger derechos laborales elementales? ¿Por qué no replicar esta experiencia para luchar contra la desnutrición, el dengue o en la economía para relanzar las asociaciones público privadas, con un nuevo enfoque, que supere los sobrecostos y altos rangos de corrupción en el pasado, como ha ocurrido en el caso de los peajes?
Es dramático que una amalgama oportunista de opositores, de izquierda y de derecha, intentan ahora un ajuste de cuentas contra la empresa y el “capitalismo neoliberal”, con evidentes intereses electorales, sin percatarse de la necesidad de esta concertación entre el capital y trabajo, por los efectos de la pandemia. No se dan cuenta o, no quieren entender, deliberadamente, que una crisis recesiva generalizada de empresas, a uno de los sectores que más va a perjudicar es a los trabajadores, porque en ese caso los despidos masivos serán casi inevitables. La recesión actual no es producto de una ofensiva empresarial para despedir trabajadores, como supone el discurso ideológico izquierdista, sino de los efectos de una pandemia que ha paralizado casi al 90% del aparato productivo. Cierto es que hay que prever los abusos de diversos sectores empresariales, pero eso no implica reconocer que una manera de proteger a los trabajadores es dándole a la empresa un reimpulso. En caso contrario, al matar a las empresas se terminaría por liquidar también la fuerza de trabajo.
Por la razón anterior, se requiere de una amplia convocatoria para elaborar un ambicioso plan de reactivación económica y de mejora de la productividad empresarial. Es una tarea que, bajo el enfoque de la gobernanza multinivel, bien lo podrían hacer los ministerios de Trabajo, Mincetur y Produce. El propio alcalde de Lima, Jorge Muñoz, en el caso de la capital debería aprovechar la oportunidad para un llamamiento a generar diversas políticas públicas concertadas que permitan superar diversos territorios donde domina la informalidad desde hace varias décadas, ahí donde prevalecen mercados informales (actuales focos de infección); o acelerar aquellos proyectos para instalar parques industriales en espacios estatales, como el de Ancón, o también para apoyar otras iniciativas privadas como el Parque Industrial y Puerto Seco de Huachipa, el de Chilca y el de Lurín. Una pregunta que habría que hacerse es cómo debería ser la dinámica de emporios comerciales como el de Gamarra, después del 26 de abril, ahí donde tendrían que evitarse masivos aforos.
Pero es evidente, que quien debe marcar la pauta es el presidente de la República, con una amplia convocatoria nacional, aislando o neutralizando a quienes pretenden generar un discurso catastrofista, como si en el fondo quisieran que el actual plan contra el avance del coronavirus fracasara, para una venganza contra el presidente Vizcarra. El país requiere ingresar en un momento de acuerdo nacional, de concertación de una agenda nacional para pasar a la segunda etapa de la lucha contra la pandemia, reactivando la economía, y luego pasar a la tercera etapa de reformas de mayor envergadura, pensando en el Bicentenario de la República y en el éxito del nuevo gobierno que elegiremos el año 2021. En suma, el nuevo mandatario, que elegiremos el próximo año, ya debería estar asentado sobre los cimientos de una superación definitiva de la crisis actual y de una nueva manera de gobernar.
Escribe: Neptalí Carpio Soto – El Montonero